martes, septiembre 26, 2006

Ante una Tragedia

La Noticia
Esta noticia apareció en el periódico Reforma del 24 de septiembre:

Carmen Álvarez creyó que moriría antes que sus hijos, pero a sus 45 años tuvo que enterrar a uno, Alex, de 17 años de edad.
"Es la muerte en vida, yo no quería saber nada de nadie y mucho menos de Dios, porque creí que no existía", confiesa.
Había pasado meses de depresión cuando un pastor evangélico le dijo que buscara la verdad en la Biblia y aceptara a Dios.
"De momento me di cuenta que Dios existe y de que yo tengo que dar ese testimonio de lo que me pasó, un testimonio de amor a Dios, para estar bien conmigo y con mis semejantes", cuenta.
Al principio, su esposo le criticó que tras ser católica toda su vida decidiera irse con los evangélicos. Un día decidió llevarlo a una celebración especial.
"Y decidió acompañarme siempre", señala. Ahora, asegura, él hasta el alcohol dejó.


Tenemos una vecina, Conchita, que perdió a su esposo en un accidente automovilístico cuando apenas tenían un año de casados. Ella aún no supera la depresión, aunque confiamos en que lo hará tan pronto deje de reclamarle a Dios y, al igual que la mujer de la noticia, simplemente lo acepte. No podemos decirle porqué ocurrió el accidente, no podemos darle razones de por qué su esposo que trataba de ayudar falleció y en cambio el culpable sólo tuvo rasguños, ni tampoco podemos convencerla con argumentos que la vida continúa. Lo único es pedirle que acepte a Dios.

Si vivimos una tragedia, problema (económico, familiar o de salud) o situación deprimente, no busquemos causas, razones, culpables o lógica alguna. No como sustituto de Dios. Aceptemos primero a Dios y Él nos dará fuerza para enfrentar lo que venga.

El Versículo

El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ninguna.
Isaías 40.29

Quien ha pasado por un gran problema sabe que comer y dormir no bastan para recuperar las fuerzas. De hecho es típico que se pierda el hambre y el sueño. ¿Cómo entonces se logra la recuperación? Isaías lo expresa muy claramente.

martes, septiembre 19, 2006

Tiroteo en Escuela

La Noticia
Sólo, sin que nadie lo sospechara, Gill un joven de 25 años apareció de repente en la universidad de Dawson en Canadá, en Montreal, y disparando al azar hirió a varias personas antes de ser abatido a tiros por la policía. Al buscar las razones del por qué de su accionar, la policía encontró que había escrito en su Blog lo siguiente: “Odio este mundo, odio a la gente en él, odio la forma en que vive la gente, odio a Dios, odio a los que engañan, odio a los fanáticos religiosos, odio todo… Odio tanto… (Podría escribir 1,000 líneas más como estas, pero ¿acaso importa, acaso le importa a alguien?)”

Demasiado tarde para que alguien le hubiese dicho que a Jesús le importa. Ciertamente ya no podemos hacer nada por él, pero uno se pregunta ¿cuántos jóvenes como él andan por el mundo odiando? No importa tanto el saber cómo se amargó el alma de este joven y ya es inútil culpar a sus padres, familiares, amigos o videojuegos. Lo importante es saber que existe mucha gente a la que hay que alcanzar antes de que sea demasiado tarde.

El Versículo
Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
Efesios 4.31

El odio de Gill, ¿no habrá comenzado con cierto enojo, algo de gritos mezclados con malas palabras (lenguaje común en Hollywood, me dirán) y escalado en amargura al no existir perdón? Una pequeña semilla de ira transformada en odio frondoso. No dejemos que eso nos ocurra, hagamos nuestro este versículo.

Paciencia

La paciencia es un rasgo de carácter que nos permite pasar por situaciones caóticas sin derrumbarnos, nos permite educar a nuestros hijos sin gritos y nos permite aceptar a los compañeros de trabajo sin deprimirnos, entre muchas otras cosas.

Es muy interesante conocer que el origen de la palabra paciencia es la raíz latina pati que significa sufrir. De hecho el participio patiens se introdujo al castellano como paciente (en los hospitales) o “el que sufre.” Así la palabra misma nos recuerda que la paciencia implica sufrimiento, si bien ese sufrimiento se acepta con dignidad esperando una recompensa mayor que vendrá, ya sea con el simple paso del tiempo, con la perseverancia, o con la actividad correcta en los momentos correctos.

Es importante notar que paciencia no significa sólo esperar hasta que cambie la situación o hasta que alguien más haga lo que tiene que hacer. Es muy fácil, y parte de la naturaleza humana también, el culpar a alguien más de todo lo negativo que nos sucede. Paciencia es la cualidad de tolerar o soportar dolor o dificultades sin quejas.

Repasemos el rasgo de la paciencia en las tres circunstancias mencionadas anteriormente: el simple paso del tiempo, la perseverancia y la actividad correcta en el momento correcto.

Paciencia en momentos lentos.
¿Le ha tocado desesperarse con la burocracia de ciertas instituciones? ¿Ha tenido la “oportunidad” de esperar largo tiempo en líneas para poder ser atendido? ¿Ha tenido que atacar el aburrimiento propio o de sus hijos en viajes largos? Son momentos todos en que la paciencia debe derrotar al desasosiego.

Debemos entender que la “burocracia” no es mala por si misma, de hecho fue introducida en la ciencia administrativa como un elemento de organización y control. Sin ese molesto “papeleo”, pronto una organización no sabría dónde estuvieron sus ingresos, cómo reproducir un proceso particular en ausencia del actual dirigente, o cómo controlar los gastos. Entendamos entonces que la burocracia tiene una razón de ser y seamos amables cuando tratemos con ella.

Aparte de comprensión también podemos usar la creatividad y convertir los momentos de espera en momentos útiles. Lleve con usted un libro o alguno de sus pendientes (hoy en día puede acarrear hasta una computadora en un portafolio) la siguiente vez que tenga que enfrentarse a la burocracia, a la línea del banco, a la sala de espera del médico, a un viaje, etc. Invente juegos con sus hijos con palabras, números, etc.

La gente de campo sabe que el tiempo entre la siembra y la cosecha no es de haraganería, es un tiempo para fertilizar, desyerbar, arreglar maquinaria, etc. Hay que sacar ventaja de ese aparente “tiempo muerto”.

Paciencia como perseverancia.
Se cuenta que Robert Bruce derrotó a los ingleses para liberar a su patria Escocia de su yugo, pero sólo después de muchas y dolorosas derrotas. Siempre tuvo la paciencia de asimilar la derrota, levantar un nuevo ejército, luchar nuevamente, ser derrotado, asimilar la derrota, etc. Un ciclo que no se interrumpió sino hasta que logró la victoria final y pudo reinar en Escocia.

Esto lo podemos aplicar, tanto a este Rey, como a un equipo de fútbol que luego de derrota tras derrota, persevera hasta lograr el campeonato, al estudiante que finalmente logra titularse, o al empleado que finalmente es reconocido como “siervo fiel”.

Paciencia como actividad correcta en el momento correcto.
Cuando “tenemos el tiempo encima” tendemos a desesperarnos, nos irritamos, gritamos y generamos un caos peor sin lograr resultado alguno. Este también es un momento para la paciencia. Nuevamente no se trata de esperar una solución “caída del cielo”, si bien podemos orar y pedir ayuda divina, lo cierto es que también tenemos que enfrentar el problema. Gedeón, David, y otros personajes de la Biblia que recibieron ayuda de Dios, aún tuvieron que marchar a la batalla.

Los tripulantes del Apolo 13, cuando este sufrió una avería, hubieran podido darse de topes en las paredes, maldecir la misión, rasgar sus trajes y aún así seguir con el mismo problema. Ellos tuvieron paciencia para solicitar ayuda, para comentar las alternativas y trabajar en la solución de mejores probabilidades aún cuando el tiempo se iba de entre sus manos. Ellos hicieron lo correcto con paciencia.

Fuente de la paciencia.
La buena noticia es que para lograr este rasgo, tenemos la ayuda del Espíritu Santo. Gálatas 5:22 dice que la paciencia es uno de los frutos del Espíritu Santo. No estamos solos, oremos a Dios por que su Espíritu more en nosotros y seremos recompensados con este fabuloso rasgo del carácter de Cristo: la Paciencia.