jueves, agosto 30, 2018

Aprobado

Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad (2 Timoteo 2:15).

¿Recordamos nuestros días de escuela? Trabajábamos, hacíamos tarea y estudiábamos para alcanzar la meta anhelada: APROBADO. Bonita palabra que, por supuesto, nos evitaba la vergüenza de la alternativa REPROBADO. ¿Nunca reprobó? ¿Un año, un curso, un parcial, un examen sorpresa, una tarea? ¡Felicidades! Pertenece a un grupo selecto. Pero la mayoría fallamos en al menos alguna actividad. Y estará de acuerdo en que se siente feo.

Si uno se siente mal reprobando un examen parcial, imagínese cómo se sentirá uno si reprobamos el examen más importante de nuestra vida. No estamos hablando del examen que nos convierte en profesionistas, o nos otorga una maestría o un doctorado. Estamos hablando del examen que nos otorga la Vida Eterna. El examen que aplica Dios de alguna manera.

2 Timoteo 2:15 dice que debemos presentarnos a Dios aprobados y aclara cómo. Primero: Sin tener nada de qué avergonzarnos. Esto es, ser transparentes, ante los demás y ante Dios. ¿Tiene secretos? ¡Cuidado! ¿Hace cosas que le da vergüenza hablar de ellas? ¡Atención! ¿Cree que, porque nadie lo ve o nadie es perjudicado, puede hacer trampas? ¡Qué iluso! Eventualmente, aunque sea frente al trono de Dios, todo sale a la luz.

Segundo: Obrero. Todos somos trabajadores del Reino. O deberíamos serlo. Gracias a Dios que tenemos un empleo, que trabajamos fuerte en una planta, en una oficina, o en un hogar. Pero aquí Pablo se refiere a que seamos obreros del Señor. Imagínese que usted es un empresario y está administrando su negocio. Contrata a un empleado, le indica lo que se requiere hacer y el empleado, en lugar de trabajar, se la pasa en el “feis”, en el “whats”, en el “yutube.” Ahora piense que el empleado es usted mismo y que el empresario es Dios, decepcionado del obrero que contrató.

Tercero: Interpretar rectamente la Palabra de Verdad. Estudiar pues. ¿Cómo vamos a interpretar bien si no leemos, subrayamos, hacemos notas, consultamos libros de soporte, comentarios bíblicos, diccionarios, etc. No es necesario, aunque no está descartado, ir a un Instituto Bíblico, porque podemos juntarnos en equipo, hacer reuniones en casas, o simplemente abrir la Biblia con un cuaderno al lado. No hay pretextos. ¡A estudiar la Palabra!

viernes, agosto 24, 2018

El Camino al Padre

―Señor —dijo Felipe—, muéstranos al Padre y con eso nos basta (Juan 14:8).

Esta época de elecciones, aparte de discusiones interminables acerca de quién es el mejor candidato, nos muestra el hambre que tiene la humanidad de tener a un héroe, a un caballero andante, líder de multitudes, como el director del destino de un país. En otras palabras, la gente busca a un Padre que guíe los pasos de un país agobiado por la corrupción y la violencia. Felipe está hablando por este ciudadano genérico que busca a un libertador de la condición presente de caos: “Señor, muéstranos al Padre y con eso nos basta.”

No se ofenda, pero, aunque su candidato ganara las elecciones, pocas cosas van a cambiar. Quizás existan reformas sociales, políticas, energéticas y las que se aparezcan, pero un candidato político no puede mostrar el camino al Padre. Y eso es lo que necesita esta sociedad moderna. Un cambio que inicie en el corazón.

Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí.” ¿Queremos un libertador? ¿Buscamos quién detenga las crisis? ¿Necesitamos un líder que de verdad cambie las condiciones de nuestro entorno? Proclamemos a Jesús.

No se trata de evadir el voto. Como ciudadanos responsables debemos informarnos (fuentes confiables por favor) y emitir nuestro voto por quien consideremos es el mejor de los candidatos. Pero estemos conscientes que él no será la solución a todos los males del país. Hasta que Jesús no esté firmemente plantado en los corazones de los habitantes, la maldad, y en consecuencia el caos, prevalecerán en el mundo.

Para Felipe, ver al Padre era suficiente. Aunque usó otras palabras, Jesús le dijo que se conformaba con muy poco. (Lea Juan 14:9-14). Jesús remató diciendo: “Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré” (Juan 14:14). ¡Qué promesa…! La solución a los problemas del país no está en un candidato, está en Jesús.