“Los cuentos obscenos, las conversaciones necias y los chistes groseros no son para ustedes. En cambio, que haya una actitud de agradecimiento a Dios” (Efesios 5:4, NTV).
Tenemos
aquí a Pablo dirigiéndose a los creyentes del primer siglo en Éfeso. Pero bien
podría estarse dirigiendo a un grupo de jóvenes universitarios luego de
escucharlos hablar sobre el “influencer” de moda en YouTube, la película más
reciente de Hollywood o repitiendo el chiste del momento. ¿Para hacer las
historias divertidas se tiene que recurrir a lo vulgar, lo sarcástico, lo
sensual, lo grosero?
Tengamos cuidado porque los cristianos representamos a Cristo ante el mundo. Los dos primeros versículos de Efesios 5 inician así: “Por lo tanto, imiten a Dios en todo lo que hagan porque ustedes son sus hijos queridos. Vivan una vida llena de amor, siguiendo el ejemplo de Cristo. Él nos amó y se ofreció a sí mismo como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios” (Efesios 5:1-2, NTV).
¿Cómo le estamos representando? ¿Con qué cara podemos decir que somos sus hijos? ¿Las personas a nuestro alrededor son atraídas a Jesús cuando nos conocen? ¿Nos observan y nos dicen “¿Qué tienes adentro? ¡Queremos ser como tú!”? ¿Despedimos ese aroma agradable a Dios que menciona Pablo, o… ¡Apestamos a vulgaridad!?
Suena tal vez fuerte, pero recordemos que el nacimiento de Jesús fue precedido por anuncios de ángeles. ¿Cómo podemos hablar de Jesús si nuestra boca ha estado llena de groserías, chismes y conversaciones necias?
Por el contrario, seamos esos ángeles, llenemos nuestro interior del Espíritu Santo y desbordemos su fruto: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. Así cuando la gente nos conozca de cerca, no nos preguntará…, nos exigirá que les expliquemos por qué somos diferentes. ¡El mejor evangelista es el imitador de Cristo!