lunes, noviembre 19, 2007

Atención

¿Le ha ocurrido que cuando está tratando de dar instrucciones a su hijo, este parece ensimismado en su música, la TV o su lectura? ¿Quizá le ha ocurrido con amigos, compañeros de trabajo, estudiantes, o incluso subordinados? ¿No? ¡Felicidades! Parece estar rodeado de personas atentas. ¿Si? Sepa que no está solo. En cualquier caso, quizá le convenga seguir leyendo sobre la Atención.

Según el diccionario, atención tiene tres acepciones cercanas entre si. 1: Estado de ser observador y cuidadoso con lo que se hace. 2: Estar atento a la comodidad de los demás. 3: Demostrar cortesía a los demás.

Supongo que no le pediría a su hijo de dos años que se lleve a la cocina una charola llena de vasos de vidrio. Evidente. ¿Cierto? A esa edad, el niño no es capaz de ser cuidadoso con lo que hace. Pero, ¿cómo explicamos que haya adultos que no se estacionan para contestar el celular? ¿Amas de casa que dejan las hornillas encendidas mientras van por los hijos? ¿Jóvenes con algunas copas que toman el volante porque se sienten “bien”? La mayoría de los accidentes automovilísticos y en el hogar son por descuidos. Y esto debería bastar para llamar la atención sobre el significado y aplicación del concepto Atención, pero es importante también considerar su aplicación en relación con las personas que nos rodean.

Es cuando nos relacionamos con la gente que se pone a prueba nuestra capacidad para tener atención. El primer aspecto es saber escuchar. ¿Sabemos? ¿Nos concentramos en las palabras que salen de nuestro interlocutor? ¿O estamos tan ocupados con nuestro propio discurso que realmente no comprendemos la postura de la otra parte, que por cierto queda frustrada?

La Biblia dice que escuchar y hablar poco es de sabios.
Escucha, hijo mío, y sé sabio: endereza tu corazón al buen camino. (Proverbios 23:19)

En las muchas palabras no falta pecado; el que refrena sus labios es prudente. (Proverbios 10:19)

Prestemos atención a quien se dirige a nosotros, sin prejuicios. Escuchemos al cien por ciento, mostrando que entendemos y después expongamos nuestra postura, la cual tendrá más solidez (por haberse formado después de toda la exposición de nuestro interlocutor) y mejor aceptación (por la buena voluntad que cosecharemos al haber escuchado atentamente). Respeto genera respeto.

Otro aspecto de la atención es saber concentrarnos en lo que hacemos. Es falso que las personas puedan concentrarse en más de una actividad al mismo tiempo. Podrán realizar dos o más cosas simultáneamente (la mamá que cocina y ayuda con la tarea, el papá que conduce y habla por el celular, etc.) pero sólo una está captando su atención en un momento determinado, mientras que la otra, u otras, están en piloto automático. Cierto que se puede saltar entre una y otra, más o menos rápidamente, pero en ese caso ninguna está atrayendo la concentración total.

El punto importante aquí, no es tanto el recomendar que se debe concluir una actividad antes de iniciar otra (después de todo, existen cosas que podemos hacer con un mínimo de atención), sino comprender que si existe algo que vale la pena realizar (atender al conferencista, las conversaciones, leer este artículo, etc.), algo que implique riesgos (conducir, trabajo con herramientas, usar fuego, etc.), o algo que es nuestra responsabilidad (estudio, trabajo) deberíamos comprender que merece dedicarle nuestra concentración total.

Finalmente, y quizás lo más importante, deberíamos saber poner atención a nuestra relación con Dios. Nuestra vida y la de aquellos que nos rodean mejorarían, puede tener implicaciones eternas y nos infundirá aliento, propósito y motivación en nuestro diario andar. Leamos con atención la Palabra y concentrémonos en aplicar sus principios.

No hay comentarios.: