¿Quién no ha escuchado alguna vez la famosa frase: “Se Busca, Vivo o Muerto”? Generalmente mostrando la foto de un famoso asesino o asaltabancos. Las comisiones de derechos humanos seguramente condenarían hoy en día la parte de “Muerto”, pero sólo como ejercicio mental, imagine uno de esos letreros de “Se Busca…” con su foto (si gusta imagínela con la foto que le tomaron en su graduación y no aquella que le tomaron para la licencia de conducir, en la que salió terrible). ¿Cuál es el objetivo de imaginarse buscado? Quizás efectivamente alguien allá arriba lo está buscando. ¿Porqué vivo o muerto? Cuando hablamos de Dios, no hay forma de eludir la idea de que algún día todos moriremos y estaremos frente a Él rindiendo cuentas.
Ahora cambiemos de ángulo. ¿Qué tal si aplicamos la frase de “Se Busca…” con el enfoque de que nosotros, estemos vivos o muertos, debemos buscar a Jesucristo? Buscar a Jesucristo (aceptándolo como Señor y Salvador) tiene sentido tanto en vida como en muerte. En vida tenemos la recompensa del fruto del Espíritu mencionado en Gálatas 5:22-23 (ver abajo), en tanto que en muerte tenemos la promesa de vida eterna. ¿Se puede desear más?
La Biblia dice: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” (Juan 3:16, NVI). Así que al morir tenemos asegurada la entrada al reino de Dios, si es que en vida le buscamos. Cuando estamos vivos es el momento de tomar una decisión fundamental: aceptar a Jesús, adoptando la promesa de que estaremos con él en el cielo por la eternidad, o rechazarlo, con la consecuencia nada agradable de residir en el infierno al morir. No hay puntos intermedios y uno se pregunta al tratarse de una decisión demasiado evidente (vida eterna o muerte espiritual), si alguien en su sano juicio es capaz de tomar la segunda opción.
La única posibilidad de que la gente no acuda en multitudes a las congregaciones a buscar a Jesús, es quizás porque dudan de que exista vida después de la muerte. Muchos deciden “apostar” a que no existe Dios y viven una vida disipada que los conducirá irremisiblemente, si pierden su apuesta (y existen buenas razones para creer que la perderán), a una segunda muerte.
Lo que dice la Biblia:
En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. (Gálatas 5:22-23, NVI)
Si bien la perspectiva de vida eterna sería suficiente, los beneficios de aceptar a Jesucristo no se limitan a la vida después de la muerte. Leemos en Gálatas que el fruto del Espíritu, esto es, la consecuencia de habernos acercado a Jesús, es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. ¿Quién rechazaría una personalidad con estas cualidades? Alguien así sería apreciado por familiares, compañeros de trabajo y vecinos. Además de alejar la naturaleza negativa mencionada en Gálatas 5:19-21, nos convertiríamos en la envidia de todos cuantos nos rodean. En otras palabras, viviríamos en forma plena, con un propósito y con una felicidad abundante y contagiosa.
Debe quedar claro que en el cristianismo no se trata de padecer o sufrir en esta vida para merecer en la que sigue (aunque tampoco se promete una vida sin problemas). Amor, alegría y paz, por mencionar sólo tres elementos, describen plenitud, no penitencia. La clave, no es la inexistencia de problemas, sino cómo se enfrentan. Nadie está libre de problemas en la tierra, pero quien tiene a Jesús es capaz de enfrentarlos con dignidad y buena cara.
Simplemente no hay forma de perder al buscar a Dios. En vida, plenitud, y al morir, vida eterna. Vivos o muertos contamos con Él, pero la decisión de buscarlo tiene que ser hoy cuando aún tenemos vida.
1 comentario:
Estimado Sergio
Muy lindas sus redacciones. Es bueno saber que dentro de la gama de catedráticos universitarios, se encuentra personas que aman a Jesús y que lo reconocen en sus vidas.
Que saben que el principio de la sabídura no viene de los muchas maestrías o doctorados sino del temor a Jehová. Y la inteligencia del conocimiento del altísimo.
Sepa que usted es la luz que Dios ha puesto, para alumbrar a muchos en el conocimiento de la verdad. Y sepa que hay recompensa de Dios por todo lo que haga para Él y para su obra en esta tierra.
¡Dios lo bendiga !
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