Sólo, sin que nadie lo sospechara, Gill un joven de 25 años apareció de repente en la universidad de Dawson en Canadá, en Montreal, y disparando al azar hirió a varias personas antes de ser abatido a tiros por la policía. Al buscar las razones del por qué de su accionar, la policía encontró que había escrito en su Blog lo siguiente: “Odio este mundo, odio a la gente en él, odio la forma en que vive la gente, odio a Dios, odio a los que engañan, odio a los fanáticos religiosos, odio todo… Odio tanto… (Podría escribir 1,000 líneas más como estas, pero ¿acaso importa, acaso le importa a alguien?)”
Demasiado tarde para que alguien le hubiese dicho que a Jesús le importa. Ciertamente ya no podemos hacer nada por él, pero uno se pregunta ¿cuántos jóvenes como él andan por el mundo odiando? No importa tanto el saber cómo se amargó el alma de este joven y ya es inútil culpar a sus padres, familiares, amigos o videojuegos. Lo importante es saber que existe mucha gente a la que hay que alcanzar antes de que sea demasiado tarde.
El Versículo
Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
Efesios 4.31
El odio de Gill, ¿no habrá comenzado con cierto enojo, algo de gritos mezclados con malas palabras (lenguaje común en Hollywood, me dirán) y escalado en amargura al no existir perdón? Una pequeña semilla de ira transformada en odio frondoso. No dejemos que eso nos ocurra, hagamos nuestro este versículo.
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