La Noticia:
Dos mujeres fueron las primeras personas en hacer uso de la ley que permite el bien morir en la Ciudad de México… Una insuficiencia renal y un cáncer terminal, respectivamente, las llevaron a recurrir a la Ley de Voluntad Anticipada -que entró en vigor el 8 de enero pasado- para no prolongar innecesariamente su sufrimiento… Ambas fueron las primeras en suscribir un documento legal para solicitar el cese de sus tratamientos médicos a cambio de la ortotanasia, la cual consiste en cuidados paliativos que se aplican hasta la muerte, según reportó la Secretaría de Salud capitalina… Como ellas, hay otras 31 personas que ya han suscrito ante un notario público el documento de Voluntad Anticipada, aunque no padecen una enfermedad terminal, afirmó la coordinadora del programa… "Estamos ante un proceso de tipo cultural en el que la gente poco a poco se irá acercando poco a poco a conocer los beneficios", dijo… (reforma.com)
Comentario:
Existe una verdad innegable y es que todos, sin excepción, vamos a morir algún día. La ciencia médica ha hecho maravillas en algunas enfermedades para alargar las expectativas de vida y añadir días, semanas, meses, o incluso años a los pacientes. Pero la medicina, la ciencia, tiene un límite. Se sabe de algunos casos en que milagrosamente se ha prolongado la vida de pacientes donde la medicina no ha tenido nada que ver. Pero los milagros también retienen la vida terrenal hasta cierto límite. Creyentes o no creyentes, medicina o religión de por medio, todos vamos a morir eventualmente.
La noticia tiene que ver con el cómo morir. Aquí es donde existe cierto debate. Se puede acelerar la muerte (eutanasia), se puede prolongar la vida a su límite a costa del sufrimiento (distanasia), se pueden proporcionar medicinas para no sufrir, pero no hacer esfuerzos por prolongar la vida (ortotanasia), y creo que existen otras –tanasias rondando por ahí. Por ejemplo dice la Biblia en el Primer Libro de Samuel 31:3-5:
Y arreció la batalla contra Saúl, y le alcanzaron los flecheros, y tuvo gran temor de ellos. Entonces dijo Saúl a su escudero: Saca tu espada, y traspásame con ella, para que no vengan estos incircuncisos y me traspasen, y me escarnezcan. Mas su escudero no quería, porque tenía gran temor. Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella. Y viendo su escudero a Saúl muerto, él también se echó sobre su espada, y murió con él.
El caso de Saúl sería de miedo-tanasia y el de su escudero de lealtad-tanasia.
(Editor: ¿Cómo puedes hacer bromas en un asunto tan serio?)
(Autor: No quiero morir de serio-tanasia)
(Editor: Si sigues inventando palabras, va a existir un autoricidio)
(Autor: ¡Esa palabra tampoco existe!)
(Editor: Pero la acción, pronto va a existir)
El caso es que eutanasia, distanasia y ortotanasia son las tres que normalmente se discuten. Como eutanasia y distanasia se consideran opuestas, la solución políticamente correcta es hablar de ortotanasia o de “morir bien.” No me asusta el concepto, pero me aterra la posibilidad de su mal uso. Si una persona en completo uso de sus facultades y consciente de su enfermedad terminal firma un consentimiento para que no se hagan esfuerzos heroicos para mantenerla con vida es una cosa. Otra es cuando las facultades mentales ya están alteradas por la propia enfermedad o incluso se está en coma. El que un representante legal tome la decisión podría prestarse a posibles conflictos. Espero que los que arman las leyes hayan considerado todos los ángulos antes de promulgar una ley al respecto.
Pero al final, no es la muerte terrena lo que debemos pelear. Es la muerte segunda la que hay que temer. De esa hay que hablarles a todos los que firman o están dispuestos a firmar un consentimiento voluntario para bien morir. Uno no debe morir sin antes ponerse a cuentas con Dios. Eso es lo verdaderamente importante.
Lo que dice la Biblia:
Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.
(Juan 11:23-27)
Es una decisión que hay que hacer en vida: Creer en Jesús. Nadie puede vencer a la muerte terrenal, pero todos tenemos potestad acerca del sitio donde deseamos pasar la eternidad.
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