A
veces dejamos nuestra vida espiritual en descuido. Esto es, no le damos el
primer lugar en nuestra lista de prioridades. Vivimos cargados cada día por
sacar adelante nuestro trabajo o nuestros estudios. Nos preocupamos por atender
a nuestra familia, en sacar adelante sus necesidades. Nos apuramos en cumplir
con una larga lista de pendientes que se nos han ido acumulando. Y no queda
tiempo en el día para nuestra vida espiritual.
Por
supuesto que no es malo esforzarse en el trabajo, o atender los quehaceres
diarios. El punto aquí es que olvidamos darle el primer lugar a Dios en
nuestras vidas. Sin dejar de hacer lo anterior, debemos seguir los siguientes dos
pasos: (1) Leer y meditar en la Palabra. (2) Practicar la Palabra.
Lo
que dice la Biblia:
Recita siempre el libro de la ley
y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está
escrito. Así prosperarás y tendrás éxito (Josué 1:8).
La
cita de Josué 1:8 nos ofrece una promesa maravillosa: Si seguimos los dos pasos
anteriores, prosperaremos y tendremos éxito. Notemos que hay una condición:
meditar de día y de noche en la Palabra. Ya sé que estará pensando que es una
exageración, Biblia, Biblia y más Biblia. Si lo piensa un poco, es mejor
meditar en la Palabra que hacerlo en los deportes, videojuegos, chismes,
series, películas, etc. Como el maná del antiguo testamento. Tome un poco de
Biblia cada día, según su necesidad y disfrute meditando en ella. Con el tiempo
irá consumiendo más y un día percibirá que es un alimento sin el cual no se
puede vivir.
Eliminemos
excusas para no hacerlo y otorguemos a Dios y a Su Palabra el primer lugar en
nuestras vidas. Además de saber que Él se lo merece, nuestras vidas
¡prosperarán!
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