Lo que dice la Biblia:
Sé diligente en
estos asuntos; entrégate de lleno a ellos, de modo que todos puedan ver que
estás progresando
(1 Timoteo 4:15).
En
los deportes, cuando alguien destaca, por ejemplo ganando un torneo, es porque
se ha entrenado y ha puesto diligencia en su disciplina. Sería por demás raro
que alguien que jamás entrena al tenis, pudiera llegar a ser campeón de
Wimbledon. Equipos de futbol que no entrenan, son eliminados a las primeras de
cambio. Un clavadista olímpico no puede aspirar a una medalla si no ha pasado
incontables horas practicando los diferentes tipos de clavados. Por supuesto
que además se requiere de cierto grado de habilidad por parte del deportista.
Algo
similar apreciamos en la carta a Timoteo. En ella Pablo está conminando a
Timoteo a entrenar. Damos por sentado que Timoteo tiene la habilidad básica, en
este caso el haber aceptado a Jesús como salvador. Igualmente, al convertirnos
en seguidores de Jesús, nosotros contamos con lo fundamental… ¿para qué
entonces entrenar?
Porque
tenemos que dar testimonio al mundo. Unos versículos antes, Pablo le dice a
Timoteo: “Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los
creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la
conducta, y en amor, fe y pureza. En tanto que llego, dedícate a la lectura
pública de las Escrituras, y a enseñar y animar a los hermanos” (1 Timoteo
4:12-13). Dios nos pide ser ejemplos y nos conmina a leer la Palabra y a
enseñar y animar a la gente.
Quizás
no podamos llegar a ser medallistas olímpicos, pero podemos entrenar para
cumplir con una misión más eterna. Hagamos lo imposible por progresar en el
Reino.
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