Que habite en
ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos
a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a
Dios, con gratitud de corazón (Colosenses 3:16).
He
aquí un consejo sabio: “Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su
riqueza…” ¿Qué involucra? Que necesitamos sacarle jugo a la palabra y para ello
debemos leerla, estudiarla, reflexionar sobre ella, entender lo que implica
seguirla, saborearla, disfrutarla, etc. No puede residir en nosotros algo que
pasó volando un domingo en particular. Para que algo tome residencia, debemos
permitirle la entrada, hacerla sentir a gusto y ofrecerle toda comodidad
posible.
Un
viejo proverbio dice: “no puedes impedir que los pájaros vuelen sobre tu
cabeza, pero sí que hagan nido en ella.” Esto normalmente es asociado con los
malos pensamientos y el pecado. Por ejemplo el adulterio no surge de improviso,
sino que tuvo que anidar la idea de “no pasa nada,” “todos lo hacen,” o
similares, primero. No por escuchar un caso de adulterio nos vamos a permitir
concebir la posibilidad de realizarlo.
Respecto
a la Palabra de Cristo es lo opuesto. Debemos dejar que anide en nuestras
cabezas y no se quede en un simple revoloteo. Debemos hacer un lugar especial
en nuestro corazón y atesorarla. El viejo proverbio es claro en el punto de que
depende de nuestra voluntad qué ideas dejamos que residan en nosotros.
Ahuyentemos al pecado y alojemos la Palabra. Y recuerde que sólo puede habitar
en nosotros aquello en lo que reflexionamos. ¿En qué está pensando en estos
días?
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