El que con
sabios anda, sabio se vuelve; el que con necios se junta, saldrá mal parado (Proverbios
13:20)
Es un hecho reconocido desde los tiempos del Antiguo Testamento: las
amistades influyen en el carácter de las personas. Los seres humanos tenemos
control acerca de quiénes son nuestras amistades, esto es, nuestros amigos no
nos fueron impuestos por las circunstancias.
Somos diferentes a los patos, que vuelan en manada con los de su mismo
plumaje. De los perros salvajes que se unen con los de su especie para cazar, de
los antílopes que andan con otros antílopes para protegerse, etc. Los humanos,
en el caso de vivir en aislamiento, por ejemplo en la Antártida, buscaríamos a
cualquier humano para convivir. Pero lo cierto es que la vida moderna en las
ciudades pone a nuestra disposición más seres humanos con los que podríamos
realmente convivir, así que debemos seleccionar con quién intimamos.
Hay muchos estilos de vida representados en cualquier ciudad en la que
vivamos. Están los grupos de personas que se reúnen en un bar a beber mientras
comentan las noticias del día, están los que asisten a los partidos deportivos
y son enciclopedias andantes de su deporte favorito, están los que hablan de
las celebridades y eventos transmitidos por la televisión, están los que
favorecen el sarcasmo y se burlan de los compañeros de oficina o de estudio,
están los obsesionados con el sexo opuesto y hablan exclusivamente de
conquistas o de aventuras extra-maritales, etc.
¿Cómo podría definir a su grupo de amistades? ¿Podría afirmar sin
temor a equivocarse que se está juntando con sabios? En el Nuevo Testamento se
expresa: No se dejen engañar: “Las malas compañías corrompen las buenas
costumbres” (1 Corintios 15:33).
Recuerde que es su decisión a quién invita a su círculo de amistades.
Y una última reflexión. ¿Qué están aprendiendo las personas que se juntan con usted?
¿Qué sabiduría les puede ofrecer? No se ofenda, en lugar de ello apague la TV y
abra un libro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario