La
Noticia:
Francisco
sostendrá varios encuentros y ofrecerá misas en cinco entidades: Chihuahua,
Chiapas, Michoacán, Estado de México y el DF…
(elpais.com).
Comentario:
No podemos sino reconocer que el Papa
Francisco tiene una gran influencia sobre los creyentes católicos, y según
estadísticas (INEGI, 2010), en México, alrededor del 82% de la población
profesa la religión católica.
No pienso hablar mal del Papa. Estoy convencido
que, si no puedo decir algo positivo de una persona sin que ella esté presente,
es mejor no decir nada. Además, no niego que el Papa Francisco es muy
carismático. Más bien me gustaría decirle algo a él. Ya sé que no está entre
los lectores de este sitio, pero nada me cuesta imaginar que alguien se lo va a
recomendar y que el Papa se divertirá leyendo mis artículos.
El punto es ¿qué le diría al Papa si por
alguna razón me escuchara? Si usted, lector, lo visita alguna vez, ¿qué le
diría?
No me pondría a debatir con él las
diferencias entre protestantes y católicos. Tampoco mencionaría los problemas
que enfrentan las religiones. Ni siquiera hablaría de política.
Sólo le diría: “Por favor, en sus mensajes
a su grey, recomiéndeles leer la Biblia.”
Eso sería todo. Y lo pienso porque leer la
Biblia acerca al creyente, de cualquier “división” (note las comillas en la
palabra) del cristianismo, a Jesús. Y en eso, todo cristiano que se precie,
debería coincidir en que es un objetivo loable.
Sería capaz incluso de mencionarle lo que
él mismo escribió alguna vez: (http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html#La_personalizaci%C3%B3n_de_la_Palabra
)
La
lectura espiritual
152.
Hay una forma concreta de escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su
Palabra y de dejarnos transformar por el Espíritu. Es lo que llamamos «lectio
divina». Consiste en la lectura de la Palabra de Dios en un momento de oración
para permitirle que nos ilumine y nos renueve. Esta lectura orante de la Biblia
no está separada del estudio que realiza el predicador para descubrir el
mensaje central del texto; al contrario, debe partir de allí, para tratar de
descubrir qué le dice ese mismo mensaje a la propia vida. La lectura espiritual
de un texto debe partir de su sentido literal. De otra manera, uno fácilmente
le hará decir a ese texto lo que le conviene, lo que le sirva para confirmar
sus propias decisiones, lo que se adapta a sus propios esquemas mentales. Esto,
en definitiva, será utilizar algo sagrado para el propio beneficio y trasladar
esa confusión al Pueblo de Dios. Nunca hay que olvidar que a veces «el mismo
Satanás se disfraza de ángel de luz» (2 Co 11,14).
153.
En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar,
por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi
vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me
interesa?», o bien: «¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me
atrae? ¿Por qué me atrae?». Cuando uno intenta escuchar al Señor, suele haber
tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o abrumado y
cerrarse; otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el texto dice a
otros, para evitar aplicarlo a la propia vida. También sucede que uno comienza
a buscar excusas que le permitan diluir el mensaje específico de un texto.
Otras veces pensamos que Dios nos exige una decisión demasiado grande, que no
estamos todavía en condiciones de tomar. Esto lleva a muchas personas a perder
el gozo en su encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más
paciente que el Padre Dios, que nadie comprende y espera como Él…
El Papa se dirigía a los predicadores,
pero, ¿acaso no aplica también al mortal común?
Lo
que dice la Biblia:
Así
que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios
(Romanos 10:17).
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