La
Noticia:
El
boxeador filipino enciende la polémica por sus comentarios. Después, lejos de
retractarse, reivindica sus palabras… (excelsior.com.mx).
Comentario:
Con todo el respeto que me merece el señor
Pacquiao, tenemos que decirle (al mejor estilo de Germán Dehesa) que: “No son
modos.” Fue, o es, no estoy seguro, un buen boxeador. Eso lo respaldan sus
títulos mundiales. Está comenzando una carrera en la política y parece que ya
tiene un asiento en el Congreso de su país. Los mejores deseos de que esa
carrera sea exitosa, porque si decide dedicarse a ministro de la Palabra, no
estoy seguro de pronosticarle éxito.
Cierto, señor Pacquiao, que la Biblia coloca al homosexual
en la categoría de pecador, pero también es pecador el mentiroso, el que anda
en borracheras, el que anda en lujurias sexuales, el envidioso, y un largo etcétera.
Al punto de que todos (no se ofenda, pero en TODOS, estamos incluidos usted y
yo, con el señor Pacquiao por delante), todos somos pecadores y no hay uno solo
bueno delante de Dios.
Lo que dice la Biblia:
Jesús
le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios
(Lucas 18:19).
Si todos somos pecadores, ¿por qué denigrar a un
grupo, como si los demás grupos fueran mejores? ¿Un mentiroso es superior a
quien ve porno? ¿Un bebedor puede despreciar a un homosexual?
No hay pecados mejores o peores. Todos los
pecados entristecen a Dios. Y nosotros no somos nadie para juzgar a los demás.
La buena noticia es que, si bien todos somos
pecadores, todos podemos pedir perdón y acercarnos a Jesús como Señor y
Salvador. Pero es una decisión personal que, muchas veces, las presiones de
otros, la retrasan.
Phillip Yancey, en su libro sobre la gracia,
contaba la historia de una prostituta quien afirmaba que no iba a la iglesia
porque sentía sobre ella todas las miradas y lo peor, es que eran miradas de
reprobación. ¿Por qué asistir a un sitio donde se es juzgado de entrada? Ella,
por supuesto, se alejó de la iglesia y, eventualmente, se alejó de Dios.
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