Porque
él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado; ¡somos un rebaño bajo su cuidado!
Si ustedes oyen hoy su voz… (Salmos 95:7).
A veces escuchamos que el amor de Dios es incondicional. Cierto.
Dios nos ama sin que lo merezcamos ni podamos hacer algo para ganarlo. Así es
la salvación. Jesús cumplió con el último sacrificio y nos entregó en bandeja
la vida eterna. Pero… tenemos que aceptarla. Ahí está la condición. Ciertamente
no podemos ganar la salvación con nuestro esfuerzo, pero tenemos que reconocer
a Jesús como Señor de nuestras vidas. La condición es dar el sí a Jesús. No es
muy difícil… ¿O sí?
Cuando vemos que mucha gente no recibe la salvación, pareciera que
es una condición difícil de aceptar. Sin duda muchos piensan que ese SÍ los
conducirá a una vida complicada, llena de limitantes y prohibiciones. Es triste
que no estén dispuestos a experimentar las maravillas de la vida con Cristo,
pero sólo podemos orar para que algún día lo entiendan.
Regresando al aspecto de las condiciones, observamos otra en
Salmos 95:7. Dice que somos un rebaño bajo su cuidado… si es que escuchamos su
voz. Por supuesto que un pastor cuida a sus ovejas, pero necesita ser
escuchado. El pastor sabe de los riesgos en los campos y bosques cercanos y
conduce a las ovejas. Si las ovejas no escuchan su voz y se van a donde sea,
pueden caer víctimas de algún lobo, en un pantano, en un río de aguas
turbulentas, etc.
Parece clara la aplicación a nuestra vida diaria. ¿Deseamos evitar
problemas, conflictos, caos, catástrofes…? ¿Esa crisis económica? ¿Ese pleito
familiar? ¡Escuchemos su voz! Así de simple.
¿Y cómo podemos escuchar su voz si no nos conectamos con Él a
través de la oración y la lectura de la Biblia? Es una condición, pero no solo
no es difícil, sino reconfortante si la ponemos en marcha. ¿Qué espera para
hacerlo? Somos el pueblo de su prado…
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