Lo que dice la
Biblia:
Luego dijo:
Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino (Lucas 23:42).
Son
las palabras de uno de los ladrones que fueron crucificados junto con Jesús.
Recordemos que el otro retó a Jesús a bajar de la cruz y rescatarlos a ellos.
Probablemente ninguno de ellos fue capaz de sondear el misterio que
representaba la crucifixión de Jesús, pero uno de ellos tuvo la sabiduría
necesaria para entender que existía aún un Reino en el futuro de Jesús. De ahí
sus palabras.
¿Deseaba
una placa que conmemorara su nombre? ¿Deseaba que Jesús lo elogiara cuando
fuera Rey para que el resto de la gente supiera quién había sido? ¿Deseaba que
Jesús pusiera una foto de él en su oficina de Rey? Difícilmente. Él aceptó que
estaba siendo crucificado en justo castigo por sus acciones del pasado. ¿Qué
podría presumir a la posteridad? No. Probablemente lo que él deseaba es que
Jesús lo restaurara, que le perdonara sus pecados y le permitiera entrar en la
vida eterna sin mancha.
En
ese sentido, todos somos como él. No deseamos que Jesús se acuerde de nosotros
como aquellas personas que hicieron tal y cual cosa vergonzosa. No podemos
negar que todos hemos hecho algo de lo cual nos avergonzamos. Queremos que
Jesús se acuerde de nosotros para restaurarnos. Nuestras palabras deben ser:
“Jesús, recuerda que necesito ayuda.” No
seamos necios como para decir: “Jesús, ¿recuerdas que le entregué dinero a
aquel pobre vagabundo? Acuérdate de eso no de mis faltas.”
Dejemos
que Jesús se acuerde de nuestros pecados. Sabemos que Él nos puede ayudar y los
puede limpiar. Recordemos lo que le dijo al ladrón crucificado: “De cierto te
digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” No esperemos a estar en el lecho
de muerte para pedirle a Jesús que se acuerde de nosotros.
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