Amasías le preguntó al hombre de
Dios: ¿Qué va a pasar con los tres mil trescientos kilos de plata que pagué al
ejército de Israel? El Señor puede darle a usted mucho más que eso respondió (2 Crónicas 25:9).
Quizás
recuerde el contexto de esta historia. Amasías, rey de Judá, hacía lo que le
agradaba al Señor aunque no de corazón. Hoy lo llamaríamos un cristiano de
fachada. Era una época en que el gran reino de David y Salomón se había partido
en dos: Judá e Israel. Como sucede en muchas familias, estos reinos se
enemistaron y si bien en el tiempo de Amasías no existía conflicto bélico, los
habitantes de ambos reinos no se querían.
Amasías
armó su ejército con 300,000 soldados de Judá y sintiendo que necesitaba más, contrató
a 100,000 guerreros del reino vecino de Israel. Para ello, les dio por
anticipado, tres mil trescientos kilos de plata, una suma considerable para su
tiempo. Al enterarse, un hombre de Dios, fue a advertirle al rey que no usara a
estos guerreros contratados o si no iba a perder el apoyo de Dios en las
batallas. El primer pensamiento de Amasías fue hacia el dinero que ya había
desembolsado: “¿Qué va a pasar con el dinero que ya pagué?” La respuesta del
hombre de Dios es extraordinaria: “El Señor puede darle a usted mucho más que
eso.”
Hay
al menos dos aprendizajes en esta historia. Primero, consultar a Dios antes de
hacer un desembolso considerable. ¿Tiene pensado comprar un auto o una casa?
Pregunte primero a Dios. Tal vez sea exagerado orar antes de comprar un kilo de
jamón, pero ¿qué tal una computadora, un celular sofisticado, una TV o un nuevo
refrigerador? Oremos para tener paz al desembolsar el dinero ganado con muchos
trabajos.
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