James Ryle contaba una historia sobre un pájaro canadiense
que quiso ser original y no viajar al sur durante el invierno. Las demás aves
lo tildaron de a loco y abandonándolo, emigraron al sur. El pájaro de la
historia al principio disfrutó de los días sin lo cansado de viajar, pero
pronto llegó el frío fuerte y comprendió su error. Antes de congelarse comenzó
a viajar al sur, pero como había comenzado demasiado tarde el viaje, solo
alcanzó a llegar a Montana en los Estados Unidos cuando el frío lo paralizó y
cayó casi congelado en una granja.
Una vaca de la granja, sin siquiera darse cuenta del pájaro
moribundo, atinó a defecar encima de él. El pájaro moribundo solo pudo pensar
que era lo último que le faltaba, que una vaca depositara sus residuos sobre él
y deseó morirse. Sin embargo, la suciedad de la vaca le elevó la temperatura y
lo protegió del frío, así que salvó su vida.
Por supuesto que no parece una anécdota muy pulcra, pero
tiene una moraleja muy potente. Hay ocasiones que creemos que los demás nos
hacen daño, nos maltratan, nos dan lo peor de sí mismos y nos hacen sentir
terrible. Casi como si “defecaran” sobre nosotros. Pero vean cómo Dios cambió
el mal olor en un beneficio para el pobre pajarito necio. Así Dios transforma
las acciones que creemos nos hacen mal, en bien. No nos lo parece al principio,
pero si somos capaces de reflexionar sobre el pasado, veremos que esto es
cierto una y otra vez.
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