Lo que dice la Biblia:
En aquellos días se presentó Juan
el Bautista predicando en el desierto de Judea. Decía: “Arrepiéntanse, porque
el reino de los cielos está cerca”
(Mateo 3:1-2)
Es el
comienzo del Nuevo Testamento. Habían pasado 400 años de silencio de Dios y
aparecía Juan el Bautista, que más que profeta parecía hippie, a pesar de que
ese concepto no aparecería sino 2000 años después.
Al
escuchar la palabra: “Arrepiéntanse,” ¿qué escuchamos? Muy probablemente la
mayoría de las personas escuchan una amenaza o una advertencia. Estas personas
incluso completan la palabra con la siguiente frase: “O se irán al infierno.” Quizás
han escuchado juntas esas expresiones tantas veces en boca de predicadores
emotivos, pastores de recio carácter, sacerdotes expresivos, o incluso amigos o
conocidos que tratan de evangelizar enarbolando razones convincentes, que es
inevitable pensar que no son el mismo concepto.
¿Qué
tal si nos esforzamos por escuchar en la palabra “Arrepiéntanse,” una
invitación en lugar de una condenación? Sin duda así lo tenía pensado
originalmente Juan. Una invitación a cambiar de dirección, a cambiar la forma
pecaminosa de actuar, a mostrar un nuevo rostro, porque el reino de los cielos,
donde predomina el amor, está cerca. Cuando aceptamos una invitación para
convivir con amigos, lo hacemos porque creemos que pasaremos un buen tiempo
juntos y no por las consecuencias de no hacerlo. De la misma manera, aceptemos
la invitación de arrepentirnos de pecado para pasar el mejor tiempo posible con
Jesús.
La
pregunta es: ¿cómo mostraremos al mundo que hemos aceptado la invitación de
Juan? Tenemos que ejemplificar con nuestra vida a quienes nos rodean que
efectivamente el reino de los cielos está cerca. Tan cerca que ya nos alcanzó y
puede alcanzarlos a ellos también.
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