miércoles, febrero 27, 2008

Benevolencia

La palabra benevolencia tiene dos raíces: Bene, que significa bueno o bien y Volencia, que significa voluntad. Así se puede entender que la palabra en su todo tiene que ver con hacer el bien como una decisión voluntaria. El diccionario indica tres acepciones para Benevolencia: (1) Deseo de hacer bien a los demás. (2) Buena voluntad, caridad. (3) Un acto de bondad.

Comencemos con la parte de la voluntad. Es un hecho que en esta vida (a menos que sea usted alguien muy especial) tanto el dinero, como el tiempo y la energía son recursos escasos. De forma tal que cualquiera que desee mostrarse benevolente tiene que sacrificar algo. Dar algo de dinero (que no nos sobra), obsequiar parte de nuestro tiempo (que no nos alcanza para todo lo que tenemos que o deseamos hacer), o utilizar nuestra energía (que desearíamos enfocar en algo preciado para nosotros), involucra necesariamente un sacrificio personal. Y esto para entregar a un desconocido, ya que entregar lo anterior a un familiar o amigo, más que benevolencia sería algo más natural como aprecio, abnegación o incluso responsabilidad.

Si consideramos que además de sacrificar algo de nuestros recursos escasos a favor de un desconocido, es probable que dicha persona ni siquiera nos agradezca el gesto o que peor aún, nos corresponda en forma negativa, el reto de adoptar este rasgo de carácter alcanza alturas insospechadas. La verdadera prueba de la benevolencia estriba en la alegría de dar, aún cuando aquello que damos no sea apreciado, o cuando no se tenga algo a cambio, o incluso cuando se obtenga algo negativo a cambio.

Para tener claro qué tan difícil es mostrarse benevolente, consideremos que es como revisar nuestras prioridades y decidir que nosotros no somos el número uno, esto es, no somos el destinatario para recibir nuestros propios recursos. Poner a otros primero va en contra de la naturaleza humana. Eso es la benevolencia: ser capaz de tomar el lugar de los demás, así como Jesús fue capaz de tomar nuestro lugar y pagar con su propia vida por nuestros pecados. Ciertamente es “extremo” dar nuestra vida por otros, como Jesús, pero aún otorgar nuestros recursos a otros nos es pesado. ¿O no?

Si ha sido capaz de llegar hasta este punto y aún no desiste de poner en su horizonte la meta de ser al menos más benevolente, consideremos algunos aspectos de su puesta en práctica. Mencionamos que se trata de dar algo a otros, pero ¿es realmente dar si damos a alguien de quien esperamos recibir algo a cambio más tarde? Quizás no de la misma persona, pero si somos capaces de deducirlo de impuestos, del diezmo, o de alguna otra partida que de por si ya no era nuestra, estamos de alguna forma “haciendo trampa.” ¿Es realmente dar, si somos capaces de presumirlo y recibimos alabanzas y reconocimientos públicos por nuestra “bondad”? La verdadera benevolencia no tiene motivos ocultos.

Algunas personas se aprovecharán de una persona benevolente sin pensarlo dos veces. Aún sin intención, se correrá la voz y no deberemos sorprendernos demasiado si luego de apoyar económicamente a una persona, nos surge una línea de diez personas más esperando, pidiendo y aún exigiendo que también las ayudemos. Es imposible conocer exactamente qué existe en el corazón de las personas que claman por nuestra ayuda y por lo mismo, no podemos ponernos a juzgar si es justo o no apoyar a unos y a otros no. Dejémosle a Dios esa tarea y ayudemos con un poco de cautela, sin pecar de inocentes, en tanto nuestros recursos lo permitan.

Aparte de que nuestro límite son los propios recursos y no podemos dar lo que no tenemos, aún a veces o no es suficiente, o no es conveniente. Existen personas que tienen más dinero que nosotros mismos y no necesitan que les demos nuestro dinero, sin embargo carecen de amor o cariño en sus hogares. Si somos sensibles, entenderemos quiénes, independientemente de su abundancia en dinero, requieren primeramente de nuestra atención y aprecio. O quizás lo único que podemos entregar es respeto y modales amables, pero aún así, es benevolencia.

Lo que dice la Biblia:
Acuérdate de mí, Dios, según tu benevolencia para con tu pueblo; visítame con tu salvación. (Salmos 106:4)

Por supuesto el mejor ejemplo de benevolencia está en Dios, quien sin merecerlo nosotros, planeó nuestro rescate. ¡Que nos sirva de inspiración!

miércoles, febrero 20, 2008

Cristianos Equivocados Acerca del Cielo

La Noticia:
N.T. Wright es una de las más importantes figuras en el mundo del pensamiento Anglicano. Como Obispo de Durham, es de los más respetados en la Comunidad Anglicana. Aparte de ser muy leído, enseña como académico en Cambridge y es un héroe para los cristianos conservadores gracias a su libro “La Resurrección del Hijo de Dios” en el que argumenta que ese evento debe tomarse en forma literal… Parece entonces como una especie de contradicción que Wright no crea en el paraíso, al menos en la forma en que millones de cristianos entienden el término. En su nuevo libro “Sorprendido por la Esperanza”, Wright se refiere a un libro infantil llamado “¿Qué es el Paraíso?” de la primera dama de California María Shriver, que describe al paraíso como “un bello lugar donde te puedes sentar en nubes suaves y platicar… Si eres bueno durante la vida, entonces puedes ir ahí… Cuando tu vida termina aquí en la tierra, Dios enviará ángeles para llevarte al paraíso para estar con Él.” Eso, dice Wright, es un buen ejemplo de lo que uno no debe decir. La verdad bíblica es muy diferente… Wright dice que escucha a la gente decir que como pronto irán al cielo, no necesitarán ya su cuerpo físico y eso es una distorsión… (time.com)

Comentario:
Es muy común tener ideas estereotipadas del cielo y del infierno. ¿Quién no ha escuchado algún chiste o historia de alguien que se fue al cielo y está parado en una nube tocando su arpa?

(Autor: ¿Sería correcto poner un chiste del cielo y del infierno aquí?)
(Editor: No)
(Autor: ¿Por qué? No hago sarcasmo de nadie. Si hay alguien leyendo esto, es que no se ha muerto y por tanto no está en ninguno de los dos sitios)
(Editor: Conociendo tus chistes, la gente va a suspender de inmediato la lectura)
(Autor: ¿Y si lo ponemos al final?)
(Editor: Está bien, pero te arriesgas a perder lectores)

Más que una noticia, el anterior es un reportaje aparecido en la revista TIME, la cual es de las más importantes publicaciones (y una de las más leídas) en los Estados Unidos. Ya que este tema se coloca en la opinión pública, resulta interesante revisar qué dice la Biblia en relación al tema de lo que ocurre después de la muerte.

"Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquel, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. "En el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama". Pero Abraham le dijo: "Hijo, acuérdate de que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, males; pero ahora este es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quieran pasar de aquí a vosotros no pueden, ni de allá pasar acá". (Lucas 16:19-26).

La historia de Lázaro y el rico es muy gráfica y clara de lo que ocurre al morir. Si bien no parece ser la norma el que existan conversaciones entre quienes están en el Hades y quienes están en el cielo, queda claro que no puede haber flujo de personas entre uno y otro sitio. Notemos además que Lázaro de inmediato llegó al cielo conducido por ángeles y que el Hades es un lugar espiritual donde se recibe tormento. El cuerpo físico se queda en la tierra. La historia continúa así:

"Entonces [el rico] le dijo: "Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento". Abraham le dijo: "A Moisés y a los Profetas tienen; ¡que los oigan a ellos!" Él entonces dijo: "No, padre Abraham; pero si alguno de los muertos va a ellos, se arrepentirán". Pero Abraham le dijo: "Si no oyen a Moisés y a los Profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos"". (Lucas 16:27-31)

Esta historia se describe antes de la muerte de Jesús, cuando la ruta al cielo estaba pavimentada por la fe habiendo escuchado a los profetas. Hoy en día es diferente, ya que se requiere de arrepentimiento de pecados y aceptación de Jesús. Considerando que Jesús se levantó de entre los muertos, es evidente que Dios estaba dispuesto a proporcionarnos señales inequívocas para convencernos.

Otra parte de la Biblia que se refiere a la situación después de la muerte, es cuando Jesús estaba en la cruz en medio de dos malhechores. Leemos en Lucas 23:

Uno de los malhechores que estaban colgados lo insultaba diciendo:
-Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, lo reprendió, diciendo:
-¿Ni siquiera estando en la misma condenación temes tú a Dios? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; pero este ningún mal hizo. Y dijo a Jesús:
-Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino. Entonces Jesús le dijo:
-De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
(Lucas 23:39-43)

Jesús le está prometiendo que estará en el paraíso ese mismo día, y si bien Jesús resucitó en la carne al tercer día, todos quienes hayan muerto en la salvación de Jesús, también lo harán algún día.

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras. (1Tesalonisenses 4:13-18)

Entonces queda claro que existe un lugar indeseable después de la muerte llamado Hades (o Infierno). Otro sitio conocido como Cielo (o Paraíso) donde estaremos por un tiempo hasta que Jesús descienda del cielo y nos haga resucitar con un cuerpo glorificado e incorruptible. La buena noticia es que está en las manos de cada quien determinar el destino mientras estamos vivos, porque una vez allá, como lo muestra la primera historia de Lucas, será imposible pasar de uno a otro lado. ¿Cómo? No se trata ni de sufrir, ni de hacer buenas obras (No por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:9), sino de seguir tres sencillos pasos: (1) Reconocer que somos pecadores. (2) Arrepentirnos de nuestros pecados. Y (3) aceptar a Jesús como Señor y Salvador.

Lo que dice la Biblia
Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. (1 Corintios 15:51-52)

Quedan algunas preguntas sin respuesta: ¿Cómo serán los nuevos cuerpos? Jesús resucitó con su mismo cuerpo (fue reconocido por sus conocidos e incluso Tomás verificó sus manos y costado) ¿Y qué pasa con los que murieron engullidos por un tiburón? Lo único que sabemos es que seremos transformados y los nuevos cuerpos serán “incorruptibles.” Dejemos los detalles a quien tiene el poder de la resurrección y démosle gracias por la oportunidad de la vida eterna.

(Autor: El chiste prometido, pero debo aclarar que no es mío, sino que circula por Internet. Una maestra discutía con un estudiante cristiano y le decía, “Pero José, ¡está científicamente comprobado que un pez no se puede comer a una persona!” Y José le contesta “Maestra, usted se equivoca. ¡La palabra de Dios dice que un pez se tragó a Jonás!” Ella le responde, “¡No debes de creer en esas cosas, porque ya te dije que está científicamente comprobado que eso no puede ser!” José, enojado, dice a su maestra, “Cuando yo muera y vaya al cielo, ¡le preguntaré a Jonás!” Y la maestra, que no creía en Dios, le dice, “¿Ah, sí? ¿Y qué pasa si ese tal Jonás está en el infierno?” José le contesta inmediatamente, “Pues, ¡entonces por favor pregúntele usted!”)

jueves, febrero 14, 2008

Si Yo Fuera Poeta

Acorde al tono poético que se respira todo 14 de febrero debido al publicitado “Día del Amor y la Amistad”, he decidido escribir esta entrada que espero sirva para motivar a aquellos que llevan el arte en las venas (y quizá aún a quienes, como yo, están negados para escribir dos rimas seguidas), a escribir una poesía a sus seres queridos, en lugar de comprar kilos de chocolate o paletas azucaradas en forma de corazoncito.

Primero deseo establecer que yo no soy poeta, aún cuando algo de experiencia tengo al escribir. Permítanme contarles mis aventuras al respecto. Si yo escribía una poesía a alguna chica en la secundaria, la veía caer al piso casi de inmediato. El problema es que no caía rendida “de amor a mis pies”, sino trabada de risa por el famoso poema. Si yo escribía poesía para la clase de literatura, el maestro (y miren que los maestros en la secundaria eran capaces de leer las más bizarras composiciones) invariablemente ponía cara de “ya lo he visto todo” y me aconsejaba dedicarme a escribir cuentos de ciencia ficción. Que no soy poeta debe quedar asentado por adelantado.

Pero aún los no poetas somos capaces de sentir emoción con versos bien escritos. ¿Quién no leyó a Bécquer en su juventud? (¿Recuerdan aquellos versos?: “¿Qué es poesía? Dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul…”) No digan que no sentían escalofrío al leerla y pensar en su chica. O al leer los poemas contemporáneos de Neruda o Benedetti o los clásicos de Juan de Dios Peza o Sor Juana.

Si yo fuera poeta, participaría en un concurso de poesía. Si no por otra cosa, por la sencilla razón de que así alguien la leería. Aún sin ganar, los jueces (al igual que aquel maestro en la secundaría) leerían mi poesía y sabrían de aquello que mi corazón es capaz. Si no ganara, no pasaría nada. No concluiría que la poesía no va conmigo, sino que los jueces no la entendieron o tienen gustos ortodoxos, o heterodoxos, o algo. No me desmotivaría a escribir, porque la poesía es algo que se lleva en la sangre o no se es poeta. Esperaría otra oportunidad para expresarla y tarde o temprano encontraría a la alma gemela que la comprendiera.

Si yo fuera poeta, escribiría poesía dedicada a Dios para expresarle con sonidos armoniosos el profundo agradecimiento de haberme seleccionado como hijo y de haberme invitado a un banquete en el cual existirán paz y felicidad eternas. Le podría decir con elegancia la profunda conmoción que sentí al entender que fue capaz de permitir el sacrificio de su hijo para perdonar mis pecados.

Si yo fuera poeta, escribiría poesía sobre el amor. Sería capaz de expresar el profundo amor que siento por mi esposa con palabras elegantes que produjeran el efecto de reiterarle mi aprecio por cada una de las pequeñas cosas que hemos compartido a lo largo de nuestra vida matrimonial. Un bello poema sería mejor que una rosa roja, porque saldría de lo profundo de mi corazón y no de un soleado jardín.

Si yo fuera poeta, escribiría poemas dedicados a mis hijos donde pudiera manifestar mi cariño y mi profundo orgullo por su accionar en la vida. Podría mencionarles las terribles ansias por llorar que siento cuando me dicen “papá”. Podría expresar el terrible miedo de que una falla en mi liderazgo se pudiera convertir en un tropiezo en su vida y decirles que sólo confiando en Dios pueden ellos llegar a ser felices en la vida. Podría decirles “Los quiero” rimando con “Los amo” (un poeta puede hacer rimas complicadas).

Si yo fuera poeta, escribiría poesía dedicada a todos aquellos que no conocen a Dios y que no han nacido de nuevo bajo la tutela de nuestro Señor Jesucristo. Quizá con palabras poéticas pudiera llegar a sus corazones y evitar lágrimas y dolor antes de que una desgracia personal les haga volver sus ojos a la única fuente de amor, salud y prosperidad. Trataría de convencer al mundo que la batalla está decidida y que el Diablo no tiene potestad sobre los que por gracia han sido salvados.

Pero, como dije antes, yo no soy poeta y no puedo hacerlo, pero si usted algo tiene de poeta, ¿qué espera? Por lo pronto, este día quiero decirle a Dios… ¡Gracias! A mi esposa… ¡Te amo! A mis hijos… ¡Los quiero! Y al resto del mundo… ¡Sonrían, Dios los ama!

viernes, febrero 08, 2008

Disciplina

De acuerdo con el diccionario, disciplina es igual a:
1 Doctrina; regla de enseñanza impuesta por un maestro a sus discípulos.
2 Asignatura.
3 Conjunto de reglas para mantener el orden y la subordinación entre los miembros de un cuerpo.
4 Observancia de estas reglas
5 Azote, generalmente de cáñamo, con varios ramales.

No sé si les ocurra a ustedes, pero ocasionalmente la definición del diccionario me confunde más que aclarar una idea (quizá porque existen muchas ideas falsamente preconcebidas). Este es un caso donde la multiplicidad de posibles definiciones complica la situación. Por ejemplo:

Cuando comenzó el semestre, en una de mis disciplinas, indiqué la disciplina y como no hubo disciplina, estuve tentado en usar la disciplina.

¿Se entiende? Para su beneficio, aquí está la traducción:

Cuando comenzó el semestre, en una de mis asignaturas (acepción de disciplina número 2), indiqué las reglas a seguir por los alumnos (1) y como no hubo observancia de dichas reglas (4), estuve tentado en azotarlos (5).

¡Esto sí es español!

Antes que me ataquen los defensores del diccionario de la lengua española, por cierto que usé el diccionario Vox (vaya nombre para quien está tratando de usar bien la lengua española), debo decir que este no es el motivo del artículo, sino la disciplina. Y me voy a centrar en la acepción número 3 del diccionario: (conjunto de reglas para mantener el orden y la subordinación entre los miembros de un cuerpo). Creo que esto aplica en varias áreas.

Salón de clases
Ustedes saben que un profesor (mi profesión) debe mantener la disciplina en el salón de clases. En teoría es sencillo. Se indican las reglas al inicio del semestre, los alumnos las aceptan (el primer día de clases en general no se oponen a nada, después pelean hasta por el color del pizarrón) y el semestre transcurre en paz y obediencia sumisas. ¿Suena conocido? Espero que a los demás profesores del mundo les ocurra. En mi caso, quizá por mi naturaleza bondadosa y expresión de mansedumbre (Editor: Yo usaría otra palabra en lugar de mansedumbre, pero para mantener la clasificación del Blog, lo evitaré), debo desquitar el salario convenciendo a los alumnos que las reglas no se cambian a lo largo del semestre, que tal regla sí está en el reglamento, que así no se interpreta tal otra regla, etc. Por ejemplo, este semestre implementé una nueva regla: “No se permiten preguntas durante el tiempo de examen” (la pregunta “¿puedo contestar con lápiz?”, ¿se permite?). Esta regla me acarreó cierto desorden (opuesto a la definición de disciplina) durante el primer examen porque muchos alumnos buscaron hacer preguntas de todo tipo (“¿puedo preguntar por qué no puedo preguntar?”).

La enseñanza que obtuve es que, aparte de que los alumnos son muy creativos para preguntar, la disciplina no es algo nato en la naturaleza humana. El orden y la subordinación deben ser forzados en cierta medida a ser adoptados.

Cuerpo
Si esto es así, ¿qué ocurre con la disciplina corporal? ¿Es nato el comer saludable, el hacer ejercicio, el levantarse temprano, el no ver televisión, el no fumar y el no beber?

Si eres de los que ante una mesa repleta de alimentos selecciona (en forma natural, no forzada) pepinos, apio y zanahorias crudas por sobre gorditas de chicharrón, sopes con chorizo o tostadas de tinga con abundante crema y queso, entonces mi hipótesis puede ser refutada (aunque siempre podría alegar anormalidad en la muestra).

Para levantarse temprano a correr (5K al menos), desayunarse avena con leche y frutas, comer ensaladas y carne magra y cenar queso cottage con pan integral, se requiere una férrea fuerza de voluntad. Además, hoy en día los controles remotos hacen muy sencillo el encender la tele y con el pretexto de “tengo que ver las noticias”, nos quedamos en sintonía hasta altas horas de la noche viendo programas deportivos, telenovelas, películas, comedias o incluso programas culturales. ¿Tenemos suficiente disciplina para no tomar el control remoto?

No fumar y no beber, aunque no explícitamente prohibidos en la Biblia (“Jesús bebía vino”, “una copa al día es hasta saludable”, “el vino alarga la vida”, “lo importante es que no se suba”, etc.), es una prueba de disciplina para todos los que una vez estuvieron presos por alguno de estos vicios. ¿Tenemos disciplina para alejarnos de la tentación de fumar y beber? Ciertamente que Dios nos ayudó a librarnos del vicio o nos puede ayudar (dado el caso) a abandonarlo, pero está en nosotros no frecuentar los sitios “peligrosos” donde está la tentación, rechazar invitaciones a reuniones donde abunda el vino, etc.

Familia
Los hijos también deben estar disciplinados. Existen reglas en el hogar que deben cumplirse. ¿Tus hijos son pequeños?: “No tienes postre hasta que no termines tus chícharos con espinacas”, “Están muy buenos”, “Si yo no como es porque a ti te hacen más falta y yo tengo que terminar el chicharrón que sobró de ayer”. ¿Tus hijos son adolescentes?: “Tienes que regresar a las nueve”, “Cuando yo era joven viajaba en camión”, “¡Esa película es C-24!”. ¿No tienes hijos?: De lo que te estás perdiendo.

¿Cómo podemos pensar que podemos disciplinar a nuestros estudiantes en el salón de clases, subordinados en la empresa, fieles en el ministerio, etc., cuando nunca pudimos disciplinar a nuestros propios hijos en el hogar?

Relación con Dios
Dejé al final lo más importante. ¿Tenemos disciplina para hablar con Dios (orar) cada día? ¿Nuestra Biblia está empolvada? ¿Sabía que para leer la Biblia en un año, hay que leer entre 4 y 5 capítulos diarios? ¿Quiénes de los que se propusieron leer la Biblia en un año en enero, aún mantienen su plan en agosto?

Habría más respuestas positivas si preguntara entre los creyentes (hacia diciembre): “¿quién se quedó sin orar más de 30 días durante este año?”, que si preguntara: “¿quién se quedó sin comer un día durante este año?” Y por el estilo la lectura de la Palabra. No fallamos en sentarnos a comer 3 veces al día, pero pasamos días sin abrir nuestra Biblia.

Esta podría ser la disciplina más importante de todas, porque si la logramos, tendremos fuerzas adicionales para lograr las anteriores.

Lo que dice la Biblia:
Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados. (Hebreos 12:11)

A reserva de no confundir las acepciones del diccionario, la disciplina es vital en nuestras vidas. No estaría de más meditar cómo podríamos aferrarnos más a ella. ¡Disciplinémonos para disciplinarnos!