viernes, agosto 14, 2020

Envidia

 “No te irrites a causa de los impíos ni envidies a los que cometen injusticias; porque pronto se marchitan, como la hierba; pronto se secan, como el verdor del pasto” (Salmos 37:1-2).

 Es inevitable sentir cierta molestia cuando leemos acerca de gente corrupta que se hace con contratos millonarios. Pensamos cosas como “Nosotros que trabajamos dura y honestamente y apenas ganamos lo suficiente…” “Ellos deberían estar en la cárcel y sin embargo viven como reyes…” y otras similares. Narcotraficantes, políticos corruptos, jueces que se venden, empresarios sin ética, etc. La lista es larga. Y va desde contratos multimillonarios hasta el compañero de trabajo que se embolsa todas las galletas dejando sin nada a los demás.

 Como bien dice el versículo: “No te irrites de los impíos ni envidies a los que cometen injusticias” (Salmos 37:1). Las cosas mal habidas no causan satisfacción perdurable. Veamos cómo continúa el Salmo: “porque pronto se marchitan, como la hierba; pronto se secan, como el verdor del pasto” (Salmos 37:2). Eventualmente quienes cometen injusticias pagarán su cuenta. No nos confundamos, Dios lleva un registro detallado de todas las actividades. ¿Cuántas gigas tiene disponibles Dios en su centro de información? ¡Vamos! ¡Todas las “nubes” del universo están a su disposición!

 Entonces, no envidiemos. Y mejor observemos los dos versículos siguientes del Salmo 37:

“Confía en el Señor y haz el bien; establécete en la tierra y mantente fiel. Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmos 37:3-4). Y, por supuesto, desterremos al dinero de entre los deseos de nuestro corazón. Hay cosas mucho más importantes: amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe, humildad, autocontrol…

 “Confía en el Señor y haz el bien…” Ahí está el antídoto contra la envidia.