martes, septiembre 08, 2020

Consolación

Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación, quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que, con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren (2 Corintios 1:3-4).

 Nadie puede entender mejor a quien acaba de perder un ser querido luego de una larga batalla contra el cáncer que quien pasó por lo mismo tiempo atrás. Nadie entiende mejor a quien está batallando con quimioterapias, que quien las padeció y sobrevivió. Una viuda puede comprender a una esposa cuyo marido acaba de fallecer. Una mujer abandonada por el marido a causa de una aventura puede entender el sentimiento de traición de una esposa que acaba de enterarse del adulterio de su marido.

 ¿Ha sufrido alguna tragedia, pena dolor? ¿Quién no? ¿Recibió consolación por parte de Dios? Alabado sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de toda consolación. Tarde o temprano Dios nos sana (o nos sanará).

 Y si Dios nos ayudó y nos consoló en todas nuestras tribulaciones, estamos capacitados para consolar a los que sufren. ¿Superamos la pérdida de un ser querido? Ayudemos a quienes apenas están en el dolor. ¿Sobrevivimos una enfermedad complicada? Consolemos a quienes están luchando con los síntomas y/o el tratamiento. ¿Superamos la traición de alguien cercano? Apoyemos a quienes tienen el corazón destrozado por algo similar.

 ¿Creíamos que nuestro sufrimiento había sido en vano? Dios lo permitió para que estuviéramos en la posición perfecta para apoyar a gente en condición similar. Si Dios nos consoló, agradezcamos ayudando a otros. Como dice el versículo: Con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que sufren.

 ¿Qué fue lo que sufrimos? ¿Crisis financiera, depresión, enfermedad, traición, soledad…? Hay alguien por ahí pasando por lo mismo. ¿Qué esperamos? ¡Consolemos a los que sufren!