martes, junio 30, 2009

Fallece Mujer que Perdió el Vuelo Siniestrado AF447

La Noticia:
Una mujer italiana que perdió el vuelo AF447, el cual desapareció cuando volaba de Río de Janeiro a París, no pudo continuar con su buena suerte y murió en un accidente automovilístico… Johanna Ganthaler, una jubilada del norte de Italia, había pasado unos días de vacaciones en Brasil junto con su esposo, Kurt, y ambos se disponían a regresar a Europa en el vuelo de Air France siniestrado… La pareja llegó tarde al aeropuerto de Río de Janeiro y perdieron el vuelo, evitando así ser parte de las víctimas de la caída del avión… Sin embargo, Ganthaler falleció días después del siniestro aéreo cuando su auto se estrelló contra un camión en una carretera de Kufstein, Austria. De acuerdo con la información, su esposo, quien también iba en el vehículo, resultó gravemente herido… Unas 228 personas, entre pasajeros y tripulación, viajaban en el avión de Air France, un Airbus A330-200, desaparecido en medio del océano Atlántico… (reforma.com)

Comentario:
¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¿Quién no ha comprado algún billete de lotería con la esperanza de hacerse rico repentinamente? ¿Se puede pedir a Dios ganar el premio mayor? ¿Es malo ir a los casinos pensando en ganar al Black Jack? ¿Existía el MeLate en épocas de Moisés, David o Pablo? Sé que esto no está en la Biblia, pero estoy tratando de imaginarme si el día que Goliat cayó abatido por David, también perdieron los que le apostaron al gigante, porque seguramente pagaron 20 a 1.

Ya en serio, la pregunta real no es si existe la suerte en la Biblia, ya que de hecho, la palabra suerte(s) aparece 98 veces en la Reina Valera 1960, sino más bien, ¿cómo se debe considerar a la suerte?

En el Antiguo Testamento era frecuente recurrir a la suerte para resolver algunos asuntos como la repartición de tierras, de turnos en el sacerdocio o simplemente para hallar al culpable de algún pecado. Se consideraba que el sorteo, realizado con unas piedritas, era guiado por Dios y por lo tanto los resultados eran inapelables. Así, por ejemplo, se enjuició a Acán (Josué 7:14), Jonatán (1 Samuel 14:41-42) y Jonás (Jonás 1:7). Al ver el resultado, cada uno confesó su falta, o sea que el sorteo señaló a los verdaderos culpables, lo cual es remarcable, ya que por ejemplo, Acán fue seleccionado de entre más de 500,000 mil personas. Se puede ver entonces que Dios aceptaba los sorteos como una forma de comunicación.

¿Se puede hoy en día tomar dos dados y decir: “Dios, si salen dos unos, voy a trabajar, si no, me quedo en casa a ver la TV”? ¿Si me toca el As de espadas, me caso, si no, sigo soltero?

Sería un error. La última vez que aparece la suerte en la Biblia es en el Libro de Hechos, cuando los apóstoles estaban tratando de reemplazar a Judas y sortearon entre dos candidatos, ganando Matías (Hechos 1:26). Sin embargo el resultado no fue el esperado, ya que Matías no tuvo relevancia en el apostolado y Dios mismo seleccionó después a Pablo. ¿Por qué ocurrió esto? La respuesta está en Hechos 2:4.

Lo que dice la Biblia:
Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen (Hechos 2:4).

Después de Pentecostés, ya no se requiere de sorteos porque es el Espíritu Santo el canal de comunicación actual. Lo mismo que dos personas con celulares no van a utilizar la oficina de telégrafos, Dios no parece desear comunicarse más por medio de la suerte.

Así que si adquiere un boleto de una rifa, más vale estar consciente de las probabilidades para ganar (normalmente muy bajas o dejaría de ser negocio para los organizadores) o mejor invierta sabiamente su dinero. No espere que Dios respalde la manía de apostar.

martes, junio 23, 2009

Incendio en Guardería

La Noticia:
Al menos 43 niños murieron al incendiarse este viernes su guardería ubicada en Hermosillo, estado de Sonora, México… “29 menores de edad fallecieron por asfixia, al registrarse un incendio en las instalaciones de una guardería particular”… En el centro infantil se encontraban al menos 176 menores y unos 30 que han sido rescatados con quemaduras críticas serán trasladados a un hospital especializado de Arizona (Estados Unidos), frontera con Sonora… En un inicio los medio locales reportaron que el incendio podría haberse originado en una bodega ubicada a un costado del centro infantil… (wradio.com.mx)

Comentario:
Esta es una tragedia que nos debe servir para reflexionar. No para buscar culpables o para analizar el evento, que eso ya lo han enfocado medios de comunicación, políticos y sociedad en general. Se trata de reflexionar la pregunta ¿quién cuida y cría a nuestros hijos?

La responsabilidad de los padres para con los hijos es proveer todas sus necesidades. La Biblia es clara en eso: El que no provee para los suyos, y sobre todo para los de su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo (1Timoteo 5:8). Lo que a veces no queda muy claro es que cuando la cita dice “provee,” la tendemos a interpretar como las necesidades físicas, esto es, alimento, ropa y techo, y nos olvidamos de otras necesidades, no menos fundamentales, que poseen nuestros hijos: emocionales, espirituales, recreacionales, intelectuales, de auto-realización y sociales.

En nuestras apuradas ocupaciones buscando elevar el estándar de vida, relegamos en terceros la oportunidad de cubrir esas otras necesidades. ¿Estamos conscientes de ello? El argumento de “tener” que trabajar puede ser (aunque no necesariamente lo sea) engañoso.

Primero debemos reflexionar si en realidad la pareja “tiene” que trabajar (en forma que se deba dejar al niño en una guardería) o de lo contrario no se cubren las necesidades básicas fisiológicas. Dejando de lado los casos de madre o padre solteros sin familiar de confianza cercano (casos excepcionales que quizás no tengan mucho espacio para reflexionar), debemos ser honestos en considerar si no estamos dejando a nuestros hijos por comodidad, por un deseo de superación personal en un trabajo remunerado, por un sentido de auto-realización, por tener un poco de tiempo libre sin niños, porque lo hacen los demás, porque así nos lo hicieron, etc.

Es muy tentador argumentar que necesitamos el dinero y punto final a cualquier discusión, pero en el fondo, ¿no estamos justificando que no deseamos estar todo el tiempo con los niños? Recordemos de nuevo que no se trata de acusar, ni de pensar en el vecino, sino de hacer una reflexión sincera a raíz de un acontecimiento trágico.

Dios en su perfección, formó una pareja. Adán estuvo solo por un tiempo con la encomienda de cuidar el Jardín del Edén, pero fue evidente que su trabajo por sí mismo era insuficiente para sentirse realizado. Por eso Dios le dio la oportunidad de tener una pareja que lo apoyaría en la formación de una familia.

Aún en la naturaleza observamos que la pareja es parte vital: los leones, por ejemplo, cooperan para cuidar a los cachorros, los pingüinos se turnan para estar al pendiente de las crías, etc. Si el plan perfecto de Dios es que uno de los dos vigile en forma cercana a bebés y niños que tardan años para poder valerse por sí mismos, debemos tener la responsabilidad clara de lo que la paternidad implica.

Se comprende que existen presiones económicas el día de hoy, pero no debería ser el argumento para dejar a nuestros hijos con extraños. ¿Sabemos cómo esos guardianes responden a las emociones de nuestros hijos? ¿Son capaces de detectar signos de inteligencia y motivarlos? ¿Pueden ellos instruirlos en la Palabra?

Es probable que muchas veces el problema económico se originó porque nos salimos del orden de Dios: Casarse a la carrera, por obligación, madres solteras, sin ahorrar antes de casarse, endeudamiento excesivo, etc. Es inevitable que suframos consecuencias de errores pasados, pero debemos ser cuidadosos en no pasar la cuenta a nuestros hijos. Ellos no cometieron los errores y sin embargo terminan pasando buena parte del día sin sus padres.

¿Podemos tener la opinión de los niños? ¿Qué preferirían? ¿Pobreza, pero con padres unidos y felices o desahogo económico, pero crianza con extraños?

Lo que dice la Biblia:
Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes (Deuteronomio 6:6-7).

No cambiemos la oportunidad de educar, cuidar y disfrutar a nuestros hijos por dinero extra, a menos que sea indispensable y por un corto tiempo, porque nunca recobraremos esos preciosos momentos de su niñez. Lo que podemos sacar de una tragedia como la de este incendio es meditar lo que estamos haciendo en beneficio de nuestros hijos.

miércoles, junio 10, 2009

Lealtad

Hay quienes dicen que Job es un ejemplo de paciencia. No estoy muy seguro de ello. Me parece que la virtud en la que él destacó enormemente no fue la paciencia, sino la lealtad. Amaba a Dios y aunque se dio cuenta, cuando llegó la desgracia, que Dios estaba detrás, se mantuvo fiel.

Comenzaré por la definición. Según el diccionario de la Real Academia Española:

Lealtad = Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien.

No puedo reclamar, porque no soy erudito (Editor, ¡abstente de comentarios!), pero esta definición deja mucho que desear. Aunque requiriera un poco más de espacio, yo pondría la historia de Job para que la gente comprendiera a plenitud lo que es lealtad.

Permítanme repasar lo que le ocurrió a Job (Job 1). Job era un hombre rico, casado con 10 hijos, 7 varones y 3 mujeres. Amaba y respetaba a Dios porque todos los días, a su manera, oraba y dedicaba sacrificios. Para evitar que las costumbres de la época se interpongan en la imaginación y eviten la identificación con su persona, voy a parafrasear el relato como si hubiera ocurrido el día de hoy, con el entorno del siglo 21.

Un buen día, mientras todos sus hijos estaban en una fiesta organizada por el hermano mayor, Job recibió la visita de 3 mensajeros. El primero le dijo: “Llegaron asaltantes a la empresa donde está su negocio, Señor, se llevaron todo el dinero de la caja, la mayoría de la mercancía y le prendieron fuego. Todo lo que no se llevaron, se arruinó”. (Editor: ¿Y el seguro? En el siglo 21 hay seguros. Autor: Digamos que olvidaron de renovar la póliza). Inmediatamente después el segundo le dijo: “Cuando todas las camionetas repartidoras de su negocio venían de regreso por la carretera, quedaron atrapadas en medio de una tormenta eléctrica. Todas atrajeron rayos y quedaron calcinadas e inservibles”. (Editor: ¿Y la póliza?) Inmediatamente después el tercero le dijo: “El cobrador de su empresa fue interceptado por asaltantes, robado y asesinado. Toda la cobranza del mes se perdió.” Apenas estaba respirando Job cuando llegó un cuarto mensajero diciendo: “Tembló en la ciudad donde vive su hijo mayor. La casa de su hijo se derrumbó y atrapó a todos sus hijos e hijas. Todos murieron.”

En un pequeño lapso de quizás 5 minutos, Job se enteraba de que había pasado de ser rico, con familia numerosa, a ser pobre, sin recursos y, lo peor, había perdido a sus hijos. ¿Qué pasaría por mi mente en caso de recibir sólo una, la menos mala de tales noticias? No que yo sea rico, pero perder mi auto o ser despedido de mi empleo, iniciaría un ciclo de enojo, depresión y estrés difícil de describir. ¿Perder un hijo? Me resisto siquiera a imaginarlo.

¿Qué haría usted?

¿Qué hizo Job? En un desplante de lealtad inigualable, porque sabía que Dios es todopoderoso y que si le había ocurrido algo así, es porque Él lo había permitido, se postró en el suelo y pronunció una de las más célebres frases en la Biblia:

Lo que dice la Biblia:
Entonces dijo:
"Desnudo salí del vientre de mi madre,
y desnudo he de partir.
El Señor ha dado; el Señor ha quitado.
¡Bendito sea el nombre del Señor!"
(Job 1:21)

Eso es lealtad y es lo que debería estar bajo su definición en el diccionario. Eso es, según la Real Academia, “hombría de bien.”

Al final del libro, Job fue recompensado por su lealtad, pero no deseo que en esta ocasión ese sea el mensaje, sino deseo detenerme en el momento en que a pesar de su tragedia, Job fue leal. Cuando pronunció sus famosas palabras, Job no sabía lo que iba a ocurrir 40 capítulos después. No dudo que cueste mucho trabajo bendecir a Dios en medio de los problemas, pero dada la incapacidad humana para comprender Sus caminos, lo mejor que se puede hacer es precisamente eso, postrarse y exclamar:

“¡Bendito sea el nombre del Señor!”

martes, junio 02, 2009

Esfuerzo

Imaginemos la siguiente escena, por muy improbable que parezca:

Es un día nublado de verano (el clima no tiene nada que ver con la historia, pero me gustan los días nublados). Los adolescentes están por la mañana, extrañamente quietos, sentados en sus lugares de costumbre en el salón de clases. El silencio que reina no es gratuito, es día de exámenes finales, así que muchos de ellos, además de silencio, muestran nerviosismo. Un gran porcentaje de su calificación final y el aprobar o no el año escolar, dependerán en gran medida de su desempeño del día.

La nota extraña la pone un padre de familia, vestido con traje y corbata, sentado en uno de los mesabancos, donde normalmente estaría otro estudiante, su hijo. No se sabe si con o sin permiso, pero el padre de familia está dispuesto a presentar el examen por su hijo, el cual requiere una buena nota para aprobar el año. El profesor comienza a repartir los exámenes y efectivamente, entrega uno al padre de familia. Éste ha decidido resolver el examen para salvar el año escolar de su hijo. No tiene duda en que obtendrá al menos un 80/100, puesto que posee un posgrado en ciencias.

¿Qué tiene de estrambótico la escena? Dejando de lado el aspecto de que el profesor no lo permitiría, ningún padre de familia aceptaría hacer un examen en lugar de su hijo para que este obtenga buena calificación…

(Editor: ¡Cof! ¡Cof! ¿No estarás presumiendo algo que no lograrías?)
(Autor: Estamos hablando de un examen de secundaria y de alguien con un posgrado)
(Editor: ¿Capital de Botswana?)
(Autor: Dije que más de 80, no que 100)
(Editor: ¿La función de la Mitocondria?)
(Autor: ¿Entiendes el punto?)
(Editor: ¿Autor de La Celestina?)


¿Por qué? Porque deseamos que nuestros hijos enfrenten sus retos y aprendan habilidades indispensables para su edad adulta.

Una de las quejas más frecuentes entre los cristianos es “si acepté a Jesús, leo mi Biblia y oro frecuentemente, ¿por qué me va mal en…?” Aquí, en lugar de los puntos suspensivos, generalmente escuchamos: mis finanzas, mi salud, mis relaciones, mi familia, etc.

Todo proviene de una mala comprensión del poder de Dios. Por supuesto que Dios es todo poderoso y podría solucionar todos nuestros problemas si quisiera, pero simplemente prefiere que nosotros los enfrentemos para aprender, para madurar o simplemente para forjar carácter. Sabemos de la historia de Josué (Josué capítulo 1) que Dios le garantizó la victoria, pero no lo libró de ir a la batalla. ¿No hubiera sido más sencillo que Josué esperara en su tienda mientras Dios peleaba por él?

De la misma manera en que no aceptaríamos ir a la escuela en lugar de nuestros hijos para realizar sus exámenes y que así aprobaran el año escolar sin esfuerzo, Dios tampoco aceptaría pelear todas nuestras batallas en lugar nuestro, porque simplemente no obtendríamos beneficio alguno.

Lo que dice la Biblia:
Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. (Josué 1:5-6).

Leemos que Dios alienta a Josué primero diciéndole: “Yo estaré contigo,” pero después le indica: “Esfuérzate y sé valiente.” Claramente Dios estaba enfatizando que el problema no iba a desaparecer mágicamente, Josué tenía que pelear. Así que estemos conscientes, la próxima vez que enfrentemos un problema (y lo haremos tarde o temprano), de emplear nuestro mejor esfuerzo, porque la victoria, en cualquier forma que se presente, está garantizada por Dios.