jueves, agosto 07, 2014

Prudencia

Hasta un necio pasa por sabio si guarda silencio; se le considera prudente si cierra la boca (Proverbios 17:28).

¿Habrá visualizado el sabio Salomón los nuevos tiempos, estos en los que hablar por Facebook y Twitter es algo común? En ese sentido, ¿cerrar la boca implica también los mensajes de texto?

Acabo de leer la noticia de que algunos bromistas pusieron una foto de Steven Spielberg, el famoso director de Parque Jurásico, posando junto al cuerpo inerte del triceratops (quizás lo recuerde de la película: un triceratops enfermo tirado de costado). Los bromistas subieron la foto a las redes sociales y, aprovechando que tenía una pose al estilo de los cazadores, acusaron a Spielberg de “matar” animales inocentes. Lo sorprendente fue que muchas personas reaccionaron escribiendo que era un cazador inhumano y que ya no volverían a ver sus películas.

No es tan grave no saber que los dinosaurios están extintos desde hace millones de años, como el opinar de un tema del que no tiene uno idea. La prudencia de la que habla Salomón se refiere a eso. Por supuesto que podemos usar las redes sociales, por supuesto que podemos, e incluso debemos, comunicarnos con familiares y amigos. El problema es opinar, sin bases, sobre situaciones debatibles.


Ojalá tenga el deseo ferviente de hablar sobre el Evangelio. En ese sentido no cierre la boca. La sugerencia, en todo caso, es leer antes la Palabra, estudiarla, conocerla, a fin de que nuestras palabras sean sabias y tengan un efecto poderoso.

miércoles, agosto 06, 2014

Progreso

Lo que dice la Biblia:
Sé diligente en estos asuntos; entrégate de lleno a ellos, de modo que todos puedan ver que estás progresando (1 Timoteo 4:15).

En los deportes, cuando alguien destaca, por ejemplo ganando un torneo, es porque se ha entrenado y ha puesto diligencia en su disciplina. Sería por demás raro que alguien que jamás entrena al tenis, pudiera llegar a ser campeón de Wimbledon. Equipos de futbol que no entrenan, son eliminados a las primeras de cambio. Un clavadista olímpico no puede aspirar a una medalla si no ha pasado incontables horas practicando los diferentes tipos de clavados. Por supuesto que además se requiere de cierto grado de habilidad por parte del deportista.

Algo similar apreciamos en la carta a Timoteo. En ella Pablo está conminando a Timoteo a entrenar. Damos por sentado que Timoteo tiene la habilidad básica, en este caso el haber aceptado a Jesús como salvador. Igualmente, al convertirnos en seguidores de Jesús, nosotros contamos con lo fundamental… ¿para qué entonces entrenar?

Porque tenemos que dar testimonio al mundo. Unos versículos antes, Pablo le dice a Timoteo: “Que nadie te menosprecie por ser joven. Al contrario, que los creyentes vean en ti un ejemplo a seguir en la manera de hablar, en la conducta, y en amor, fe y pureza. En tanto que llego, dedícate a la lectura pública de las Escrituras, y a enseñar y animar a los hermanos” (1 Timoteo 4:12-13). Dios nos pide ser ejemplos y nos conmina a leer la Palabra y a enseñar y animar a la gente.

Quizás no podamos llegar a ser medallistas olímpicos, pero podemos entrenar para cumplir con una misión más eterna. Hagamos lo imposible por progresar en el Reino.


sábado, agosto 02, 2014

Dignos del Llamamiento

Por eso oramos constantemente por ustedes, para que nuestro Dios los considere dignos del llamamiento que les ha hecho, y por su poder perfeccione toda disposición al bien y toda obra que realicen por la fe (2 Tesalonicenses 1:11).

No sé si le ocurra a usted, pero ocasionalmente este versículo me perturba. Sobre todo me asaltan las siguientes preguntas: ¿Y si no soy digno del llamamiento? ¿Qué hay que hacer para ser digno? Soy honesto al decir que no siento tener la capacidad de Noé, quien construyó un arca en fe, o el coraje de David, quien derrotó él solo a un gigante y después venció en incontables batallas, o el espíritu de Moisés, quien conversaba con Dios y fue usado para liderar al pueblo de Israel y abrir las aguas del Mar Rojo, o el aplomo para superar las pruebas que tuvo Abraham. ¿Cómo entonces voy a ser digno del llamamiento?

Hoy no existen batallas que ganar (al menos alrededor nuestro afortunadamente), como cuando Josué conquistó Canaan, no existen muros o templos derribados que restaurar, como hicieron Nehemías y Esdras, no está en nuestras manos proteger a un pueblo, como les tocó a Esther y Mardoqueo, no estamos en el exilio para mostrar la valentía de Sadrac, Mesac y Abednego. Entonces… ¿qué podemos hacer para ser dignos?

La respuesta está en el mismo versículo: “…por su poder perfeccione toda disposición…” Ninguno de los mencionados hubiera podido hacer nada sin el poder de Dios detrás. Moisés no abrió el Mar Rojo, Dios lo hizo a través de la fe de Moisés. Esa es la clave, acercarnos a él, mostrar nuestra disposición al bien y dejar que él obre. Él nos dirá en qué quiere que lo apoyemos y tengamos la seguridad que aunque parezca algo simple, será parte importante de su plan. Hablar a un vecino, orar un miércoles por la tarde, ser ejemplo de comportamiento, educar a nuestros hijos en la Palabra…

Quizás no tengamos que ir a una batalla física, pero eso no significa que no seamos soldados en una batalla más relevante. Mostremos nuestra disposición a Dios y dejemos que Él nos guíe.