sábado, diciembre 25, 2010

El Cerebro Está Hecho Para Pecar

La Noticia:
Los científicos ahora cuentan con herramientas tecnológicas para revelar la raíz de nuestros impulsos más oscuros, arraigados en lo más profundo de nuestro cerebro. De acuerdo con estudios neurológicos, la evidencia es contundente: la naturaleza nos quiere malos… Lujuria: Películas eróticas son proyectadas en una pantalla detrás de un escáner cerebral… Las imágenes de resonancia magnética reflejan que el sistema límbico (encargado de procesar respuestas fisiológicas frente a estímulos emocionales) se activa cuando vemos algo que nos gusta… Existe una razón obvia detrás de nuestra inclinación hacia la lujuria: pasar nuestros genes. La Madre Naturaleza nos anima a desarrollar un interés activo en la procreación. Gula: El sistema de circuitos de recompensa de nuestros cerebros también se activa cuando comemos. "Encontrar gratificación en ese tipo de cosas responde a una lógica evolutiva. Si queremos organismos que se reproduzcan, también queremos que coman". No obstante, el acto de comer por sí solo no tiene nada de malo. Se convierte en un problema cuando se transforma en gula. Y parece que incluso en ese caso podemos culpar a la naturaleza. "En el ambiente en el que evolucionamos, los alimentos eran más escasos", apunta Safron. "Durante gran parte de nuestra historia (como especie), la vida era muy difícil y esas condiciones adversas fueron las que modelaron nuestros cerebros. Fue cuando se estableció cuánto queríamos los alimentos y cuán gratificantes nos parecen"… Pereza: Safron también considera que la pereza o la tendencia a no hacer absolutamente nada tiene sus raíces en nuestro proceso evolutivo como especie. "Nunca teníamos la certeza de cuándo volveríamos a ingerir una comida sustanciosa. Así que, si era posible, descansábamos. Las calorías que no quemábamos mientras llevábamos a cabo actividades, las podíamos usar para procesos corporales de crecimiento o de recuperación"… Envidia: Pero no todos los pecados son placenteros. Un ejemplo es la envidia, ya sea que la sintamos cuando un colega es ascendido o cuando un compañero es seleccionado para jugar de titular primero que nosotros… "Existe un elemento positivo o constructivo en la envidia: nos motiva a mejorar nuestro propio desempeño o cambiar las metas que nos propusimos o nuestros intereses". Pero, la envidia tiene un lado oscuro. "Nos hace desearle algo malo a la otra persona. Puede inducir a un comportamiento inmoral o incluso criminal"… Soberbia: La soberbia también presenta los dos lados de la moneda… "Han encontrado que las personas que no experimentan la tendencia al autorealce son más proclives a sufrir de depresión. Si te das cuenta de cuán gordo realmente estás, el ánimo se te desplomará. En muchos casos, no es bueno verte a través de los ojos de los otros. Por eso es que un poco de ego es muy positivo"… Ira: Unos científicos osados de Australia fustigaron a unos voluntarios para saber qué pasaba en sus cerebros cuando se enfurecían… "Algunas personas son mejores que otras cuando tienen que inhibir sus impulsos", señaló Safron… De manera que, en algunos de nosotros pareciera que la bestia primitiva que llevamos dentro tiene más probabilidades de salirse con la suya… Avaricia: "Si hablamos de algo que podría estar influenciado por predisposiciones biológicas, la glotonería o la lujuria deberían mencionarse. Sabemos, por ejemplo, que hay neuroquímicos que aumentan o disminuyen la libido. Pero, hay algunas cosas que son universales y que no son necesariamente innatas y la avaricia podría ser una de ellas. Podrían haber bases innatas para la avaricia, pero debido a que es un fenómeno más complejo, podría estar más condicionado por el aprendizaje"… (BBC Mundo.com)

Comentario:
Comencemos con lo irrelevante: Si la técnica para estudiar la lujuria fue proyectar una película erótica en voluntarios conectados a escáneres cerebrales, ¿qué película proyectaríamos para los demás pecados? Para la avaricia nada mejor que ver lo que ocurre en el centro del capitalismo: Wall Street. Para la ira hay que ver una película de venganza, de las que hay cientos, pero en Kill Bill, una mujer sola mata a una gran cantidad de guerreros. Para la soberbia, qué tal una película donde se vislumbran los dos mundos sociales: The Blind Side. La envidia puede quedar de manifiesto con Titanic, donde el pobre le quita al rico la esposa. Para la pereza cualquiera de Adam Sandler, ya que el voluntario se quedará dormido antes de la mitad. Y para la gula basta con poner uno de esos programas de TV de cocina, que también servirían para la envidia, porque al chef le quedan perfectas las recetas y cuando uno las intenta… (Editor: Que disculpe el autor, pero la falta de habilidad y/o inteligencia, no es pecado) (Autor: Ja, ja. Borras eso).

La pregunta de todas las épocas: El pecado, ¿es innato o adquirido? Científicos de todo el mundo están usando escáneres cerebrales, neuroquímicos, estimulantes, etc., para estudiar un fenómeno del cual podrían encontrar información si tan solo abrieran sus biblias. Según la noticia, los científicos detectan que la raíz de nuestros más oscuros deseos está arraigada en el cerebro y argumentan evolución, supervivencia y argumentos similares asociados con la naturaleza.

Pero la Biblia menciona desde el caso de Abraham que rogaba a Dios que perdonara un pueblo, que sí está arraigado el mal en el ser humano.

Quizá haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Exterminarás a todos, y no perdonarás a ese lugar por amor a los cincuenta justos que allí hay? ¡Lejos de ti el hacer tal cosa! ¿Matar al justo junto con el malvado, y que ambos sean tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia? El Señor le respondió: Si encuentro cincuenta justos en Sodoma, por ellos perdonaré a toda la ciudad… (Génesis 18:24-26). Al continuar leyendo, nos damos cuenta que Dios no encontró ni a… ¡diez personas justas! Y si bien, Sodoma exageró en el mal, no fue el único sitio donde existía pecado. De hecho, todos, incluidos quienes están leyendo (no se ofenda por favor), pecaron.

El corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal (Eclesiastés 8:11). Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno (Romanos 3:10-12).

Pero, ¿cómo surgió el pecado? La Biblia también nos da la respuesta: La causa fue la desobediencia de Adán y Eva. Eso fue lo que puso el pecado en el mundo. Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella (Génesis 3:6). Así de simple: desobedecer a Dios generó (y continúa generando) el pecado.

Es inútil culpar a Adán y Eva (o a la serpiente) por el pecado. El pecado llegó para quedarse y en vez de cuestionar su origen o estudiarlo para saber en qué parte del organismo radica, debemos enfrentarlo. La buena noticia es que no tenemos que basarnos en nuestras propias fuerzas, ineficientes, contra él. Tenemos la mejor de las ayudas: Cristo Jesús.

¿Por qué el mundo necesitaba un Mesías? ¿Para qué vino Cristo? Ciertamente no para liberar a los judíos de la opresión romana, sino para liberar al mundo del pecado. Él vino para traer las buenas nuevas de que el hombre ya no tiene por qué ser esclavo del pecado.

Lo que dice la Biblia:
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte (Romanos 8:2).

Una cosa es necesaria y suficiente para triunfar sobre el pecado: aceptar a Jesús como Señor y Salvador. No importa si el pecado nos presiona en el cerebro, el estómago, u otra parte de nuestros cuerpos. Tampoco importa si nuestras fuerzas no bastan para resistir las tentaciones. Jesús, al residir en nuestros corazones (hablando en términos espirituales, para que los señores científicos no comiencen a estudiar electrocardiogramas conectados a voluntarios cristianos viendo películas eróticas), nos ayudará a no caer presas del pecado.

Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6:14).

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