La Noticia:
Un
alemán de 43 años decidió sellar su inminente divorcio cortando con una sierra
su hogar y llevándose la mitad con una grúa (Reuters).
Comentario:
Gracias a Dios que al parecer este matrimonio no tenía hijos. No
quiero ni imaginar qué hubiera hecho esta persona. Se me ocurren preguntas
triviales en esta situación: ¿todo lo cortó a la mitad, o le tocaron ciertas
habitaciones a cada parte? Supongo que uno puede vivir con media sala, medio
comedor, media recámara…, pero ¿medio baño o media cocina? Tampoco creo que
haya partido los muebles a la mitad. En ese caso, ¿negociarían? “Te dejo la
tele y el estéreo, pero me quedo con el refrigerador.” Yo daría muchos muebles
por la cafetera, pero cada quién tiene sus preferencias.
Lo cierto, que esta noticia marca en forma clara, un divorcio
afecta “profundamente” a las partes. Ciertamente, algunas personas reaccionan
en forma más cuerda que este señor, otros son hábiles para ocultarlo, pero
todos sienten alteradas sus emociones. En un divorcio nadie sale sonriente.
Y qué decir cuando hay hijos. Aún los pequeños se dan cuenta de
las emociones alteradas en el hogar y lo resienten: algunos a escondidas, otros
con llanto, pero en general la factura llega tarde o temprano. Algunos hijos
caen en rebeldía, otros manipulan a los padres por separado, otros lo resienten
en su desempeño escolar o incluso en su salud. Finalmente, empiezan a creer que
el matrimonio es un error y viven vidas llenas de fornicación.
Si usted está casado, con o sin hijos, es usted soltero con el
matrimonio en su plan a corto o largo plazo, hágase el firme propósito de no
exponer a sus hijos a las vicisitudes de un divorcio. De hecho, usted mismo,
ahórrese la carga de emociones negativas, como el hombre de la noticia. Por
supuesto, recuerde que puede tener ayuda superior: Jesús.
Cordón
de tres dobleces no se rompe pronto (Eclesiastés 4:12b).
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