―Señor —dijo Felipe—, muéstranos al Padre y con
eso nos basta (Juan 14:8).
Esta época de
elecciones, aparte de discusiones interminables acerca de quién es el mejor
candidato, nos muestra el hambre que tiene la humanidad de tener a un héroe, a
un caballero andante, líder de multitudes, como el director del destino de un
país. En otras palabras, la gente busca a un Padre que guíe los pasos de un
país agobiado por la corrupción y la violencia. Felipe está hablando por este
ciudadano genérico que busca a un libertador de la condición presente de caos:
“Señor, muéstranos al Padre y con eso nos basta.”
No se ofenda,
pero, aunque su candidato ganara las elecciones, pocas cosas van a cambiar. Quizás
existan reformas sociales, políticas, energéticas y las que se aparezcan, pero
un candidato político no puede mostrar el camino al Padre. Y eso es lo que
necesita esta sociedad moderna. Un cambio que inicie en el corazón.
Jesús dijo: “Yo
soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí.”
¿Queremos un libertador? ¿Buscamos quién detenga las crisis? ¿Necesitamos un
líder que de verdad cambie las condiciones de nuestro entorno? Proclamemos a
Jesús.
No se trata
de evadir el voto. Como ciudadanos responsables debemos informarnos (fuentes
confiables por favor) y emitir nuestro voto por quien consideremos es el mejor
de los candidatos. Pero estemos conscientes que él no será la solución a todos
los males del país. Hasta que Jesús no esté firmemente plantado en los
corazones de los habitantes, la maldad, y en consecuencia el caos, prevalecerán
en el mundo.
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