Estos eran de sentimientos más nobles que los de Tesalónica,
de modo que recibieron el mensaje con toda avidez y todos los días examinaban
las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba (Hechos 17:11).
Recordemos
el contexto de este versículo. En su segundo viaje misionero, Pablo, acompañado
en esta ocasión de Silas, llegó a Tesalónica, una ciudad ubicada en lo que hoy
en día es Grecia. Allí predicó en la sinagoga y quedó registrado que muchos
judíos y muchos griegos, creyeron en el Evangelio de Jesús. Pero hubo otros que
no lo aceptaron (¿dónde hemos escuchado eso?). Y no solamente rechazaron
aceptar que Jesús era el Mesías, sino que alborotaron a una turba para que
linchara a Pablo y Silas. Afortunadamente estos fueron escondidos por un tal
Jasón, quien de noche los envió a Berea.
Lo
primero que hay que reconocer es el valor de Pablo y Silas. Se acababan de
escapar por un pelito de ser linchados y ¿qué hicieron apenas llegar a Berea?
¡Claro! Entrar a la sinagoga a predicar a Jesús. No sé ustedes, pero yo hubiera
tomado unas vacaciones para reponerme de la impresión al salvar el pellejo. No
fue una rechifla la que le dieron los de Tesalónica, fue un intento de
linchamiento. Si esto no eleva nuestra admiración por Pablo, no sé qué podría
hacerlo…
Lo
positivo, es que los de Berea eran “más nobles” que los de Tesalónica. Eran
“buena onda” pues. Y recibieron el mensaje.
Ahora
bien, notemos que dice el versículo: “y todos los días examinaban las
Escrituras.” Otra versión dice “escudriñaban” y podemos añadir como sinónimo:
“estudiaban.” ¿Cuándo? Todos los días. Lo cual nos debe servir de ejemplo.
Quizás usted ya recibió el mensaje, como los de Berea. Ahora hay que escudriñar
la Palabra.
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