Por eso, de la manera que recibieron a Cristo
Jesús como Señor, vivan ahora en él… (Colosenses 2:6).
Este es un consejo de Pablo a los
colosenses. ¿Quién puede negar que suena como un buen consejo? Y sin duda lo
es, pero quizás, algunos de nosotros no nos detenemos a reflexionar en él tan
cuidadosamente como deberíamos.
La primera parte: “Por eso…” habla de que
Pablo está al pendiente de los habitantes de Colosas y Laodicea. En ninguno de
sus viajes misioneros se indica que Pablo haya hecho escala específica en esos
sitios. Sin embargo, Pablo dice que luchaba por ellos, sin duda en oración. Es
como si nosotros, radicando en Hermosillo, oráramos por los miembros de las
iglesias de Reynosa o Ciudad Juárez. O incluso de Guatemala. ¡Qué lección tan positiva! Orar
por hermanos que no conocemos, que nunca hemos visto.
Luego dice: “de la manera que recibieron a
Cristo Jesús como Señor…” ¿Recuerda su conversión? ¿Su verdadera conversión?
Porque nacer en un hogar cristiano no implica un encuentro personal con Jesús.
Normalmente existe un evento particular que desata la conversión.
Por ejemplo, sabemos de algunos casos en
que un concierto, un conferencista o una predicación específica fueron capaces
de llegar al corazón y provocar la conversión. En tal situación son los
sentimientos la llave. Se recibe a Cristo Jesús con emotividad, con lágrimas de
alegría y sensación de liberación. El nuevo converso acepta que Jesús es en
verdad el Señor y la confianza en Él es conmovedora.
Hay otros casos en que la gente ha estado
necia, negando a Cristo, o al menos, negándose a creer que Él es la solución y
ha estado ahogándose en todo tipo de problemas. Conflictos con familiares,
amigos o conocidos. Problemas de pareja o de paternidad. Problemas de seguridad
física o económica. Etcétera y etcétera. Cuando estas personas por fin se abren
a la posibilidad de que Jesús es el Señor, su alma se desahoga, reconoce que
por los medios propios es incapaz de resolver nada y se entrega.
Sin duda, ¡un gran consejo!
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