Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de
ustedes (1 Pedro
5:7).
Este es un versículo digno de memorizar.
No porque sea breve, sino porque a pesar de su brevedad, desborda profundidad.
Vamos a repasarlo con calma.
Primero debemos recordar a quién fueron
dirigidas estas palabras de Pedro. Al inicio de su carta Pedro no deja lugar a
dudas de que está hablando a los elegidos y aunque aclara que es a los elegidos
de ciertas regiones de Asia, no podemos rechazar hacerlas propias. Luego, al
inicio del capítulo 5, Pedro se dirige a los jóvenes. No sé ustedes, pero como
no aclara edad específica, yo tomo el consejo como propio.
Depositen
en Él toda ansiedad…
Aquí conviene consultar el diccionario de
sinónimos para ampliar la idea de la palabra ansiedad. Resulta que tenemos que
entregarle a Dios, TODA ansiedad, desasosiego, intranquilidad, zozobra,
angustia, ansia, congoja, desazón, inquietud y preocupación. Y aquí la palabra
operativa es TODA. No digamos “no vale la pena molestar a Dios con esta pequeña
preocupación,” “yo puedo controlar esta ligera intranquilidad, no quiero
cargarle la mano a Dios.” Leyó bien… TODA ansiedad.
Porque
Él cuida de ustedes…
¿Quién? Dios. No cualquier héroe de
historietas que nos puede salvar de un ladrón, pero que es impotente ante el
resto de nuestras angustias. El Dios omnipotente que creó al universo y a la
humanidad. Para que nos quede claro: El único e indiscutible Dios verdadero.
Y lo mejor de todo: Porque Dios cuida de
nosotros. Le importamos, nos formó, nos ha estado acompañando. De hecho, está
esperando que nos caiga el veinte, que entendamos este versículo y que le
entreguemos TODA nuestra ansiedad.
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