“Y ahora tengan en cuenta que voy a Jerusalén obligado por el
Espíritu, sin saber lo que allí me espera. Lo único que sé es que en todas las
ciudades el Espíritu Santo me asegura que me esperan prisiones y sufrimientos.
Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de
que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el
Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:22-24).
En el contexto
de esta cita, Pablo estaba por emprender un viaje a Jerusalén y eventualmente
de allí iría a prisión a Roma. Sus amigos de Éfeso le rogaban que no fuera.
Evidentemente sospechaban, con tantas personas opuestas a su ministerio en
favor del Evangelio, que Pablo corría peligro.
Pablo bien
podía haberlos escuchado. Éfeso era una región influyente y desde ahí podía
continuar su ministerio en forma cómoda y segura. Sus palabras son un tesoro
que ejemplifica el tesón (Decisión y
perseverancia que se ponen en la consecución de algo, según la definición
del diccionario) a la perfección.
Sabiendo que
le esperaban prisiones y sufrimientos… insistió en ir.
Puso en una
balanza imaginaria, por un lado, su vida y del otro el dar testimonio del
evangelio y no dejó lugar a dudas cuál fue el veredicto: mi vida carece de valor para mí mismo. Era más importante llevar a
cabo el servicio encomendado por el Señor Jesús.
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