Que abunden en ustedes la gracia y la paz por
medio del conocimiento que tienen de Dios y de Jesús nuestro Señor (2 Pedro 1:2)
¿Quién no
desea más gracia y paz?
El diccionario
de la RAE enfatiza lo agradable de estos conceptos. Gracia es “Don o favor que
se hace sin merecimiento particular; concesión gratuita; perdón o indulto.”
Imagínese ante un juez y un jurado, al estilo de las películas americanas, todo
en un entorno imponente. Imagínese a usted mismo, en el sitio dispuesto para el
acusado, con la cabeza baja, escuchando al fiscal enumerar sus muchas faltas:
mentiras, abusos de confianza, manipulación de la información, adicciones, etc.
Y tiene en su conciencia que todo es cierto, no tiene coartadas o argumento
alguno ante tal abundancia de evidencias.
Llega el
momento temido en que el juez le pregunta directamente: “¿Cómo se declara el
acusado?” Y Usted con la cara ardiendo de vergüenza contesta: “¡Culpable, Su
Señoría!” Llega entonces el momento de la sentencia y está esperando escuchar
lo peor de labios del juez. Este hace sonar su martillo (¿no le parece
extraordinario el uso del martillo? Podían haber usado una campana, un timbre,
un cuerno, música de expectación, en fin… escogieron un martillo de madera). Y
al hacerse el silencio el juez dicta sentencia: “No hay dudas de la
culpabilidad del acusado, pero por amor a mi hijo, quien está rescatando al
acusado, este queda en libertad, sin condena alguna. Se levanta la sesión.” Eso
es Gracia con G mayúscula.
Además, según
el diccionario RAE: “Paz es sentimiento de armonía interior que reciben de Dios
los creyentes.” De nuevo, ¿quién no desea más gracia y paz? Nótese que Pedro no
está deseando, a quienes escribe, abundancia de pan o de cosas materiales, sino
de gracia y paz.
La abundancia que vale la pena está a nuestro alcance.
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